Vivimos en un mundo donde el “boom” de la tecnología y los medios de la comunicación nos han hecho perder el sentido y el valor de la espera. Lo que necesitamos ya lo tenemos con mucha facilidad. El encuentro con un ser querido en otra parte del mundo es posible a través de las redes sociales. Son tantas las formas de estar conectados y comunicados, de tener lo que precisamos en el momento justo desde cualquier parte del mundo, que la espera ha perdido su valor e importancia.
En este tiempo de Adviento quisiera reflexionar sobre la importancia del gran valor de la paciencia y la espera que nos ayuda como personas y como cristianos. Aunque los medios de comunicación funcionan a gran velocidad, en la vida real nos damos cuenta de que cada cosa requiere de una espera paciente; la formación de los niños y jóvenes, el crecimiento de los hijos, el propio crecimiento y madurez personal, el fortalecimiento de las relaciones interpersonales, etc. Estos espacios donde uno espera grandes cambios milagrosos nos llevan siempre al desánimo, ya que no estamos dispuestos a dar el tiempo necesario para los procesos de maduración de cada ser humano.