Celebrar
el Día del Amigo –fecha que pronto llegará-, es renovar nuestra
alegría de compartir la vida con las distintas personas que dan sentido a
nuestro existir. Y la mejor manera de festejarlo es meditar sobre lo
que significa la verdadera amistad. Es un sentimiento compartido con
otra persona, donde se busca el bien común, una palabra de consuelo, una
sonrisa franca, un abrazo sincero. Porque un verdadero “amigo” es
alguien que te acepta tal como eres, comprende dónde has estado, te
acompaña en tus logros y tus fracasos, celebra tus alegrías, comparte tu
dolor y jamás te juzga por tus errores.
Muchas
veces las amistades nos traen tragos amargos porque no siempre es fácil
construir una verdadera amistad, acortando la distancia entre lo ideal y
lo real. Es que ella nos exige una comunión desinteresada, cordial,
abierta, en la que hay un interés mutuo por los problemas, éxitos o
sufrimientos del amigo. Solo se la cultiva con pequeños detalles de
gratitud por todo lo que se recibe de ella.
La
amistad comienza por la simpatía y el agrado que se siente al encontrar
personas que tienen cosas en común. Es muy valioso saber que contamos
con alguien que nos quiere, comprende, que comparte nuestros gustos e
ideas. La verdadera amistad no se limita solo a esto, sino que tiene
ciertas características y exigencias. El amor en la amistad se convierte
en amor incondicional, cuando busca el bien del amigo, cuando respeta
sus ideas, cuando lo acepta tal como es, cuando lo ayuda a crecer y
superarse, cuando respeta el tiempo y los procesos de la otra persona,
cuando resalta sus virtudes, minimiza sus defectos, y con mucho amor lo
ayuda a reconocer sus errores…
Construir
buenas amistades nos permite aportar alegría a la vida. En esto es
fundamental que la amistad sea sana y equilibrada. Para ello debe tener
tres cualidades básicas: buena, fiel y accesible.
Buena:
un verdadero amigo te estimula siempre a hacer algo bueno, que no dañe
tu cuerpo, es con quien te diviertes sanamente, compartes lo que sabes y
lo que tienes. Por lo tanto, un amigo verdadero nos invita únicamente a
realizar buenos actos o hacer cosas de las que no nos arrepentiremos,
donde no se lastime a los demás.
Fiel:
porque al amigo se le puede confiar todo, con la certeza de su
acompañamiento y apoyo en las buenas y en las malas. Con él podemos
llorar, reír, cantar, divertirnos, hablar o callar. En una palabra,
podemos ser nosotros mismos; posiblemente no nos apruebe ni aplauda
nuestra conducta, pero nos respeta y acepta, y mantiene la reserva de lo
que uno comparte. En eso se basa la confianza, poder hablar libre y
sinceramente de todo lo que nos pasa.
Accesible:
para que haya una verdadera amistad necesitamos tener una buena
comunicación, sentirla cerca aunque se encuentre lejos. Saber que está
disponible y que si la necesitamos se la puede buscar, a través de una
carta, una llamada, etc. Porque una verdadera amistad es como una
plantita que debemos cuidar, regar y estar pendiente de ella para que
florezca.
Son
estas cualidades fundamentales para lograr una verdadera amistad.
Primero con nuestros seres queridos, con quienes compartimos la vida
diaria en familia, luego con aquellos que nos acompañan en nuestro
ámbito social y laboral. Pero por sobre todo debemos hacer crecer la
verdadera amistad con nuestro Dios, que es el amigo que nunca falla y
con quien podemos encontrarnos en un rato de oración y meditación. Esta
amistad no solo nos hará crecer como personas centradas en Él, sino que
nos ayudará a construir y gozar amistades sanas en la vida. Nos llevará a
disfrutar de la plenitud del compartir…
¡Feliz día, amigo/a!
P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino