En noviembre celebramos la solemnidad de todos los Santos y
junto con ellos el Día de Todos los Difuntos. La fiesta de todos los
Santos es una hermosa oportunidad para reconocer a tantas personas que
han vivido la santidad, desde el silencio y su ejemplo de vida es digno
de ser imitado. Además es una oportunidad para reflexionar sobre el gran
misterio de la vida.
Aunque todos somos
conscientes de que la muerte nos tocará con certeza algún día y nadie es
exento de este misterio, es uno de los pasos que más nos cuesta asumir,
especialmente cuando se trata de algún ser querido muy cercano como los
padres, hijos o pareja. Los sentimientos de pérdidas son tan fuertes
que no resulta fácil superarlos. Muchas veces la partida de un ser
querido al más allá, lleva a muchas personas al desaliento, a la
desesperanza.
En mi vida de consagrado, he
acompañando a muchas familias y personas frente a la pérdida de algún
ser querido y, además, he experimentado personalmente esta realidad, por
eso creo que la mejor manera de asumirla es desde una profunda actitud
de agradecimiento y gratitud a Dios, que es el autor de la vida, por los
años que nos permitió disfrutar de ese ser querido.