Qué bueno tener presente lo que decía la Madre Teresa de
Calcuta: “El fruto del amor es el servicio”. Y sin duda debe ser una de
las actitudes esenciales de nuestra vida cotidiana, especialmente cuando
llegamos a fin de año y donde hemos de pensar en el otro frente a
tantas tendencias egoístas que nos rodean. En medio de un sin fín de
tareas y actividades que nos ocupa, es bueno que no perdamos de vista la
importancia y la necesidad del servicio. Porque muchas veces sólo
pensamos en nosotros, en nuestra comodidad, en nuestras vacaciones,
nuestros programas, fiestas y actividades. Solamente una persona
generosa con la vida puede mirar el mundo y a los demás con gran
afecto.
Amar y servir son actitudes inseparables. El
verdadero servicio nos ayuda a superar el ego. La persona humana es un
ser creado para amar y compartir la vida. En este sentido uno descubre
su verdadera imagen y auténtica felicidad en el amor y el servicio al
prójimo. Cuanto más somos capaces de amar y entregar la vida será mayor
la plenitud de la alegría. La verdadera actitud de servicio parte de un
compromiso de amor hacia los demás, que se vive en la familia, en cada
profesión o actividad que realizamos.