25 de junio de 2013

Votar..., un derecho que me compromete

Tenemos la posibilidad de vivir en una nación democrática, por eso el próximo domingo podremos participar de un acontecimiento trascendente en nuestra provincia. Es que podremos elegir los representantes que asumirán la responsabilidad de tomar las decisiones sobre nuestro futuro para los próximos años. Creo que es una de las bendiciones que tenemos el de poder elegir a nuestros propios gobernantes y así participar en la conducción de nuestro futuro. 
 
Creo que en este sentido la primera responsabilidad de cada uno frente a una elección es ser un participe responsable del proceso democrático. Estar informados para conocer las necesidades de nuestra provincia y ejercer nuestro voto para el mayor bien de toda nuestra sociedad. El mayor peligro de todo proceso democrático es la ignorancia del pueblo, que empobrece la democracia. En este marco es bueno reflexionar sobre las cualidades de un buen gobernante. Quisiera que tengamos una mirada desde la Palabra de Dios, ya que estas consideraciones difícilmente las vamos a escuchar en nuestras campañas políticas. 
 

4 de junio de 2013

Proyectarnos es dar sentido a la vida

Vivimos en el mundo de lo inmediato, donde todo es pasajero y pocas veces tendemos a mirar más allá de los objetivos y propósitos del momento. Creo que es uno de los factores que más afecta la vida emocional y espiritual de nuestra sociedad actual. Más de una vez tanto en la adolescencia como en la ancianidad, es necesario contar con proyectos, planes y sueños que nos animen a seguir dando pasos concretos en la vida. 
Muchos se ponen como meta la jubilación. Sin embargo, allí empieza el flagelo de seguir desafiando a la vida, pero sin un rumbo claro, simplemente ganando la batalla que nos declara la enfermedad. Y si de jóvenes se trata, para muchos de ellos lo inmediato los lleva a tanta ansiedad que no pueden pensar más allá de lo que sienten en el momento, hoy y ahora. Creo que en este sentido, la verdadera felicidad no consiste en momentos de euforia, sino en un camino de serenidad y crecimiento a largo plazo, sostenido en el tiempo. 
Los proyectos claros no tienen edad, sino que sencillamente se concretan de acuerdo a la fuerza de voluntad y creatividad que cada uno pone en lo que se propone en la vida. 
Sin duda que es el proyecto de vida lo que da dirección y sentido a la propia existencia de la persona humana. Es por ello que el proyecto de vida no consiste en metas que solamente contemplan éxitos, sino que plantea objetivos a largo plazo que implican altibajos, tropiezos, desesperanzas. Sin embargo, lo importante es llegar a la meta, superando las adversidades de la vida. El proyecto da coherencia a la vida de una persona en sus diversas facetas y marca un determinado estilo, en el obrar, en las relaciones, en el modo de ver la vida.
Todo proyecto implica dejar muchas opciones, y adoptar una decisión clara para poder elegir una sola, la que nos conduce a nuestra felicidad. Esta decisión requiere de  coherencia y compromiso, lo que nos permitirá seguir luchando para alcanzar la meta planteada. El miedo a la responsabilidad y la incapacidad de renunciar a algunas comodidades llevan a menudo al fracaso de los hermosos proyectos de vida que al fin termina en  frustración y decepción. 
Sin embargo,  más de una familia, institución e individuo en nuestra sociedad moderna, vive sin tener un proyecto de vida, lo que hace perder el sentido de cada día que Dios nos regala. En la vorágine de cosas que nos ocupan a diario no es sorprendente que perdamos el verdadero sentido de lo que nos proponemos, aunque ellas sean nobles y buenas. Esta realidad hace que muchos vivan en la incertidumbre e inseguridades. La falta de ilusión y esperanza hacen que se viva sin el entusiasmo y las ganas que dan sabor y goce a las cosas que hacemos. 
Qué bueno que la vida sea vivida desde la profundidad del corazón, sabiendo que es un don precioso que Dios nos ha regalado. Por ello tengamos presente lo que nos dice San Pablo: “Nosotros, por el contrario, que somos del día, seamos sobrios; revistamos la coraza de la fe y de la caridad, con el yelmo de la esperanza de salvación” (1Tes 5,8). No podemos dejar de luchar. Con la esperanza en Dios lo podemos todo, aún en los días oscuros y difíciles de la vida. Que la cruz de Cristo sea siempre la fortaleza para todos nuestros proyectos de vida en estos tiempos difíciles.

P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino