El 31 de agosto, ha sido declarado por
la Organización de las Naciones Unidas (ONU) como el “Día Mundial de la
Solidaridad”. Y este acontecimiento nos invita a reflexionar sobre la
urgente necesidad de promover la solidaridad en nuestra sociedad.
Vivimos en un mundo con grandes diferencias entre pobres y ricos, el que
tiene y no tiene, el que puede y no puede.
El
criterio que nos guía suele ser una desmedida preocupación por el
bienestar personal y del entorno familiar únicamente. Las demás
necesidades suelen verse como un problema que no me afecta, por lo tanto
no es mi responsabilidad preocuparme por encontrar soluciones. Y este
mismo criterio se traslada a nivel internacional, donde los países que
más tienen cierran sus fronteras hacia los que menos tienen.
Es
necesario que pensemos en un cambio de paradigma, optando por la
cooperación y colaboración mutua a favor de todas las naciones y los
pueblos para acabar con la pobreza y tantas desigualdades que viven
nuestros hermanos. Para ello necesitamos que nuestras relaciones
interpersonales, desde la base, sean fortalecidas por el ideal del amor y
la solidaridad. Es necesario salir al encuentro del “otro”, teniendo
como prioridad el “nosotros”, por encima del “yo”. Es el verdadero
desafío de estos tiempos, en un mundo que nos lleva cada vez más a un
mayor individualismo y signado por el egoísmo.