23 de abril de 2014

Pascua, fiesta de la luz y la vida

El domingo pasado hemos celebrado el acontecimiento central de nuestra fe, la resurrección de Jesús. La Pascua de Resurrección no es un simple hecho anecdótico, sino que es un suceso trascendental que cambia toda nuestra realidad. La resurrección de Cristo es motivo de alegría y felicidad porque nos da la certeza de una vida que no termina con la muerte, sino que nos asegura la vida eterna. Como nos dice San Pablo: “¡Cristo resucitó! Esto nos enseña que también resucitarán los que murieron” (1Cor 15, 20). 
 
Los que tenemos unos cuantos años de vida, hemos celebrado muchas pascuas y a menudo suele ser un acontecimiento más que pasa sin significar demasiado en nuestra vida. Por eso quisiera que reflexionemos el verdadero sentido que debemos dar a la resurrección de Cristo en nuestra vida ya que es una experiencia vital. Los apóstoles, cuando vieron a Jesús, se dieron cuenta de que la muerte había sido vencida. Por eso cada fiesta de Pascua debe ser una oportunidad para renovar nuestra experiencia de un Dios vivo y presente. 
 

8 de abril de 2014

Semana de silencio interior

Sin duda que, en estas últimas semanas, son muchas las invitaciones que llegan a nuestros oídos. Por un lado, recibimos el llamado a prepararnos para celebrar una de las fiestas más importantes del año litúrgico: Pascua de Resurrección, que es el acontecimiento salvífico por excelencia de nuestro Dios que nos llena de esperanza. 
 
Pero además son muchas las propuestas para pasar la Semana Santa de una manera distinta: con un viaje hacia las playas, montañas o al menos con un mini turismo religioso. 
 
Obviamente que no hay nada malo en hacer un alto en el trabajo y descansar un poco de tantas corridas del año. Pero también estos próximos días, es la oportunidad ideal para hacer un viaje interior que nos ayude a significar y vivir profundamente el gran misterio pascual que estamos por celebrar. 
 
Los festejos de la Pascua están anticipados por la Semana Santa, que nos recuerdan la pasión y muerte de Cristo, donde, manifestando su amor, el mismo Dios se entrega por la humanidad.