El domingo pasado hemos celebrado el
acontecimiento central de nuestra fe, la resurrección de Jesús. La
Pascua de Resurrección no es un simple hecho anecdótico, sino que es un
suceso trascendental que cambia toda nuestra realidad. La resurrección
de Cristo es motivo de alegría y felicidad porque nos da la certeza de
una vida que no termina con la muerte, sino que nos asegura la vida
eterna. Como nos dice San Pablo: “¡Cristo resucitó! Esto nos enseña que
también resucitarán los que murieron” (1Cor 15, 20).
Los
que tenemos unos cuantos años de vida, hemos celebrado muchas pascuas y
a menudo suele ser un acontecimiento más que pasa sin significar
demasiado en nuestra vida. Por eso quisiera que reflexionemos el
verdadero sentido que debemos dar a la resurrección de Cristo en nuestra
vida ya que es una experiencia vital. Los apóstoles, cuando vieron a
Jesús, se dieron cuenta de que la muerte había sido vencida. Por eso
cada fiesta de Pascua debe ser una oportunidad para renovar nuestra
experiencia de un Dios vivo y presente.