15 de septiembre de 2009

La esperanza cristiana

En estos días que hemos vivido experiencias muy fuertes como provincia y país con tantas calamidades naturales, el tornado en San Pedro, los desastres de la sequía, falta de cosecha etc. que nos ha sacudido como país y tantas otras situaciones de crisis económico y social que nos siguen sacudiendo a diario. Frente tantas realidades que nos sacuden, creo oportuno reflexionar entorno a la invitación del Papa Benedicto XVI que nos propone fortalecer la esperanza cristina en estos tiempos difíciles.

A menudo frente a situaciones de límites en la que transitamos tendemos de confundir el don y la virtud de la esperanza con las propuestas de nuestro entorno que pretende sembrar el optimismo para superar el momento de desanimo y desesperanza. Como nos dice el Santo Padre muchas veces nuestro optimismo es algo muy superficial y que a menudo es una coraza detrás del cual se esconden tantas incertidumbres e inseguridades. La sociedad moderna nos invita poner una sonrisa para poder vender más, no importa lo que sientas o que vivas… con tal que consigas buenos resultados todo lo demás está bien. Es un tiempo también que muchas veces que nos lleva a la confusión y desorientación frente a tantas propuestas de pensadores positivos, propuestas pseudo-religiosas, etc. que aparentemente nos traen soluciones fáciles, pero en la larga no nos llena de esta paz que ansiamos para nuestros corazones.

La esperanza cristiana va mucho más que un optimismo momentáneo. Es un don que viene desde el inmenso amor del Padre que va más allá de la satisfacción de nuestras necesidades momentáneas. La esperanza es un don que nos ayuda sostenernos aun en medio tantos tormentos de la vida… es la garantía de la bondad de Dios para con nosotros. Es saber que Él hace todo para el bien de los que Él ama.

Todas las realidades cotidianas que vivimos si la miramos con los ojos de la fe nos damos cuenta como Dios nos va guiando y amando en nuestras realidades cotidianas: sosteniéndonos en las nuestras tribulaciones, levantándonos en nuestras caídas, sanándonos en nuestras enfermedades, iluminando nuestras oscuridades de la vida, dándonos vida nueva aun en medio de tantas situaciones de muertes.

La base de toda esperanza cristiana no está en una simple promesa, sino en la seguridad y la confianza plena en un Dios que nos viene a salvar, un Dios que se hace parte de nuestra humanidad, un Dios que es compañero de camino en nuestras cruces cotidianas que nos SALVA.

Estos tiempos tan cambiantes en que vivimos ojalá que nos llenemos con el don de la Esperanza que nos da fuerzas. Que no confundamos la verdadera esperanza con la ilusión del cumplimiento de las falsas promesas que nos sobra en nuestros tiempos: que están en los lindos discursos, en unas cuantos propuestas y proyectos de la sociedad moderna que muchas veces nace del orgullo y del egocentrismo.

Que la gracia de Dios siempre nos sostenga en la verdadera esperanza que nos viene desde la comprensión de nuestros límites, debilidades e incoherencias y desde ahí el profundo deseo de entregar la propia vida y tantos dones que Dios nos ha regalado a disposición de nuestros hermanos para que haya mayor alegría en nuestro entorno, para que haya mayor crecimiento y prosperidad, que la confianza plena en un Dios que nos ama siempre nos sostenga en esta esperanza plena en un Dios que nos salva para la eternidad.

P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino

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