1 de marzo de 2011

Un corazón nuevo y un espíritu nuevo

El dinamismo en el que se ve sumergida nuestra ciudad, sin duda, nos anuncia la llegada de un nuevo ciclo lectivo. Es que ya hay vida en nuestras calles y en nuestros colegios. Todo parece prepararse para un excelente año escolar.

Días pasados al encontrarme con un par de alumnos en la calle les dije: ¡qué bueno que pronto estarán por el colegio para estudiar! A lo que ellos respondieron: “No por favor, vea si se puede atrasar un poco más el inicio de clases”.

Es que la verdad, muchos de ellos tienen ganas de continuar por un tiempo más fuera de la rutina y el trajín que implica atender las clases, estudiar, trabajar, etc. Sin embargo, muchos otros están contentos de volver a empezar, encontrarse con tantos amigos y compañeros y retomar la rutina del estudio.

Por eso me parece oportuno que reflexionemos sobre el espíritu que debe animarnos al iniciar este nuevo ciclo lectivo y estemos atentos a las palabras del profeta Ezequiel, que nos dice: “Les daré un corazón nuevo e infundiré en ustedes un espíritu nuevo; arrancaré de su pecho el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Infundiré mi Espíritu en ustedes y haré que caminen según mis preceptos y pongan por obra mis mandamientos” (Ez. 36,26 ss).

Creo que es lo que tenemos que pedir a Dios cuando empezamos un nuevo año de estudio y trabajo. Un corazón nuevo, positivo y lleno de esperanza para contemplar y vivir la novedad que Dios tiene preparado para cada uno de nosotros. Muchas veces nuestros corazones están llenos de recuerdos, de cosas negativas que hemos vivido en el pasado, y se requiere de una verdadera renovación para que podamos gozar de este nuevo año que comienza.

Busquemos entonces un espíritu entusiasta, deseoso de seguir apostando a la vida y las cosas que aseguran una vida plena. Un espíritu nuevo que no se centre ni se desanime ante los desafíos, sino que se alegre ante la posibilidad de resolverlos y superarlos.

Pero, sin duda, este espíritu es un regalo de Dios solamente cuando nos abandonamos en sus manos a través de la oración y la fe. Por eso creo que es fundamental que, en este nuevo año, incorporemos a toda nuestra planificación, un tiempo para Dios, un lugar en nuestros planes y proyectos, un espacio que me permita tener una verdadera unión con Él.

Otro aspecto fundamental al iniciar este ciclo lectivo, creo que sería tener un corazón apasionado por las cosas que hacemos. Muchas veces el resultado de nuestro trabajo del año depende de la pasión que ponemos en lo que hacemos. Ojalá que podamos ser apasionados en cada tarea y responsabilidad que asumimos, ya sea en el estudio, en la oficina o en el servicio que nos toca, sabiendo que es una oportunidad que Dios nos regala para compartir la vida, que muchos quisieran. Estoy seguro de que si ponemos esta pasión en las cosas que hacemos, seguramente tendremos un año bendecido y podremos gozar de estas bendiciones.

Y todo esto será posible si hacemos carne en nosotros la Palabra de Dios que nos invita a la fidelidad y la perseverancia. El éxito del año depende de la constancia y fidelidad que le demos a las cosas con que uno arranca y las del gran proyecto de Dios para cada uno de nosotros. Fidelidad y constancia en los momentos de adversidades, problemas y desánimos. Fidelidad cuando tenemos ganas de cambiar el rumbo frente a la confusión y la desorientación. Fidelidad para dejarnos guiar por el Espíritu de Dios en nuestros planes y proyectos.

Que este nuevo año lectivo que empezamos sea un año de abundantes bendiciones para todos y pidamos a Dios un corazón nuevo para amar profundamente el gran proyecto que Dios tiene para cada uno de nosotros. Trabajemos con alegría y entusiasmo para que el Señor pueda infundir en nosotros “un corazón nuevo y un espíritu nuevo”.

P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino

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