8 de julio de 2014

Celebramos por ser un país independiente

Estamos en vísperas de una fecha muy importante, un aniversario más del nacimiento de un nuevo país independiente. Es un día para agradecer a Dios por el don de la patria, que hemos recibido como herencia gracias al esfuerzo de tantos hombres y mujeres que han entregado la vida para que tengamos una patria libre e independiente. Y como ciudadanos tenemos la responsabilidad de cuidar y perfeccionar este regalo que hemos recibido para que sea una realidad para todos los argentinos, y no solo para unos pocos.
La verdadera independencia implica una búsqueda permanente de la libertad para todos, que aspire el desarrollo integral y el bien común por encima de los intereses personales o sectarios. Celebrar la independencia en medio de la fuerte crisis económica que deja a muchas familias en la pobreza y a muchos jóvenes sin un trabajo digno nos invita a reflexionar sobre la gran responsabilidad que tenemos todos de ejercer este don con responsabilidad. Hoy el festejo de la independencia debe ser el inicio de propuestas y proyectos que libere a tantas personas de la pobreza y la indigencia, dando posibilidades de una vivienda y un trabajo digno para tantas familias que siempre son víctimas de las alteraciones climáticas en nuestra zona. 


Como nos han dicho nuestros Obispos en los últimos años, crecer en libertad requiere de proyectos a largo plazo, procurando consensos en pos de la Nación por encima de los vaivenes políticos y cambios de gobiernos. El verdadero consenso se logra cuando hay apertura para el diálogo, haciendo posible la participación de todos los actores de la sociedad y nos permita proyectar hacia el futuro. La libertad y la independencia en la democracia no son valores acabados, sino que se deben seguir construyendo con consciencia y responsabilidad para que sea una realidad para todos. Sólo el diálogo fraterno, abierto y una justicia igualitaria harán crecer una sociedad cada vez más libre. 
Pero no debemos olvidar que la verdadera libertad requiere de un buen liderazgo de la nación centrado en el servicio al prójimo y al bien común. Todo líder, para llegar a ser un verdadero dirigente, ha de ser ante todo un testigo. “El testimonio personal, como expresión de coherencia y ejemplaridad, hace al crecimiento de una comunidad. Recordemos algunos valores propios de los auténticos líderes: la integridad moral, la amplitud de miras, el compromiso concreto por el bien de todos, la capacidad de escucha, el interés por proyectar más allá de lo inmediato, el respeto de la ley, el discernimiento atento de los nuevos signos de los tiempos y, sobre todo, la coherencia de vida”. Que nuestra celebración de la independencia comprometa a nuestros líderes con los valores que tanto necesita nuestro pueblo.
La verdadera libertad debe ser una exigencia interior para cada uno de nosotros. Nos debe movilizar  hacia el servicio  y el amor. Es una condición espiritual que nos orienta hacia el bien. Una libertad que esté por encima del mero cumplimiento de la ley. Es vivir según el espíritu que es la consciencia que nos mueve hacia la verdad y el bien. Como nos dice San Pablo “donde hay Espíritu del Señor hay libertad” (2Cor 3,18). 
También nuestro festejo de la independencia va unido a la veneración de nuestra Madre celestial bajo la advocación de Nuestra Señora de Itatí,  que nos invita a tener una mirada de fe hacia la vida, para que nuestra búsqueda de la libertad y la independencia sea un permanente cumplimiento de la voluntad de Dios. Y así como la Madre María, podamos ser testimonios vivos de fe, silencio interior, servicio y entrega generosa. Que desde una nación libre e independiente logremos que cada persona alcance la plenitud de la vida y que juntos caminemos hacia la verdadera libertad: que se basa en el respeto, el amor y la búsqueda permanente de la verdad y del bien común.


P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino

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