20 de abril de 2010

Crecer en la solidaridad

En este año del bicentenario la celebración de la tradicional Bicicleteada Solidaria que organiza la comunidad educativa del Colegio Roque González es una oportunidad para reflexionar sobre la necesidad de crecer en solidaridad y justicia. También nos ilumina los aportes de la Conferencia Episcopal Argentina que nos invita a crecer en este gran valor de la solidaridad en nuestra patria.

Estamos viviendo un tiempo muy especial como país, que tiene que celebrar y festejar en medio de una gran crisis económica y moral como sociedad. Nos encontramos con bastante situaciones que lleva a la perdida de la credibilidad en nuestras instituciones tradicionales. Creo que hemos de dar un gran paso hacia recuperar la credibilidad de nuestras instituciones para que realmente puedan ser formadoras de valores: la familia, la educación, el Estado…

La solidaridad nos invita a dar pasos hacia un mayor reconocimiento de nuestra identidad como cristianos y desde el lugar que nos toca asumir ser hermanos para los demás. Es tiempo que miremos más allá de nuestras comodidades para encontrarnos con el verdadero rostro de nuestros hermanos que padecen tantas necesidades y sufren en nuestra patria: aquellos que están carentes recursos económicos y que no pueden llegar a fin de mes, aquellos que luchan con las obras sociales para tener una atención digna, aquellos sin trabajo, los jóvenes sin perspectiva de un futuro certero… Ojalá que desde la solidaridad y la justicia haya más proyectos esperanzadores en este año del bicentenario.

Muchas veces son tantas las necesidades y los desafíos nos parecen imposibles de superar. Pero creo que solamente podemos generar un cambio con nuestras actitudes y gestos concretos. En este sentido ser solidarios es una gracia de Dios, pero hemos de nutrirla con nuestras actitudes y respuestas concretas. Respuestas concretas en compartir parte de nuestros bienes espirituales y materiales para estar cerca del hermano que necesita.

En la misma persona de Jesús tenemos el gran ejemplo y gesto solidario de Dios. Envío a su Hijo único, para que tuviéramos vida, y vida en abundancia, salvando a toda la humanidad. Y Jesucristo nos ha dado el mayor de los ejemplos: entregó su vida en la cruz, siendo solidario hasta el extremo…. Por eso para el cristiano, la experiencia de solidaridad tiene un profundo sentido de amor y entrega que se basa y parte de la experiencia de ser amado por Dios, gratuitamente.

Es una experiencia que nos ayuda siempre a superar nuestra lógica de “equivalencia”: te doy y me das; te doy porque debo; te devuelvo lo que me diste, te doy porque sé que algún día voy a necesitar; te doy porque sé que me vas responder… Hay muchas maneras por las cuales regimos nuestras relaciones interpersonales, pero desde una mirada egoísta y mezquina, con el único afán de manejar y controlar… Sin embargo la verdadera solidaridad, consiste en un dar generoso, sin esperar recompensa. Es una actitud de entrega permanente y sin condicionamientos…

Solamente esta gratuidad nos puede llevar a la verdadera felicidad en la vida. Pero muchas veces ella está condicionada por nuestros intereses mezquinos y nuestros egoísmos. Es una de las razones por la cual nos cuesta gozar de la entrega generosa en vida. Es lo que empobrece nuestras relaciones interpersonales y silencia la posibilidad de gozar de la vida profundamente. Por la falta de esta solidaridad muchas veces aun en los círculos más íntimos de la propia familia: en la pareja, con los hijos, familiares cercanos, amistades… vivimos un profundo dolor, por la falta de la respuesta de los demás frente a la entrega generosa. A menudo tendemos a desanimarnos, nos llenamos de enojos, hasta cambiamos nuestra forma de ser. Solamente una actitud de solidaridad y un dar sin esperar… nos puede enseñar a vivir la experiencia mística de la entrega generosa.

P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino

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