1 de junio de 2010

Infancia, un verdadero tesoro

El 1 de junio celebramos el Día Internacional de la Infancia. Que hermosa oportunidad para reflexionar sobre la formación de nuestros niños y jóvenes que son el futuro de nuestra sociedad. Día especial para agradecer a Dios por el gran regalo de la vida, lo que permite dar continuidad a nuestra propia vida. Ellos son el futuro de nuestra sociedad desde el mismo momento de su concepción, lo que nos compromete a cuidar y sostener este don. Por eso es importante centrar nuestra atención en la formación de nuestros niños y jóvenes, para que sean agentes de cambio en el futuro.

En primer lugar creo que es bueno que seamos conscientes de lo que viven y pasan nuestros niños. Son muchos los que padecen necesidades en nuestro mundo. “En la actualidad seiscientos millones de infantes viven en la pobreza; doscientos cincuenta millones entre cinco y catorce años trabajan en países del Tercer Mundo; ciento treinta de estos no reciben educación y otros seis millones padecen lesiones limitantes causadas por las guerras o conflictos armados. Cada veinticuatro horas, ocho mil quinientos muchachos se contagian con Sida”.

Seguramente, comparando lo que viven los niños en muchos países, tenemos una patria bendecida y son muchos los que están bien protegidos y acompañados en nuestros hogares. Pero también tenemos muchas situaciones de niños abandonados y expuestos a tanta pobreza, desnutrición y falta de educación. Son muchos los que tienen que trabajar aun en horas de la noche para sostener a su propia familia.

Los problemas son muchos y las soluciones nada fáciles. En primer lugar es necesario tomar conciencia de tantas problemáticas que viven nuestros niños y como sociedad tener una propuesta válida para proteger y defender la niñez con acciones concretas en favor de los más desprotegidos de nuestra sociedad.

Por supuesto no hay nada mejor que brindar un hogar donde puedan crecer integralmente nuestros niños y que la infancia sea una verdadera experiencia de afecto y amor. Para esto, creo fundamental defender y sostener la unidad básica de nuestra sociedad que es la familia. Una familia donde cada niño tenga la presencia afectiva y efectiva de un padre y una madre.
Como sociedad, creo fundamental que apostemos a la educación de los niños y jóvenes. En estos tiempos de crisis económicas que el mundo padece, ojalá que tengamos la decisión y voluntad de priorizar nuestra inversión en educación. Entonces cada niño y joven podrá valerse por sí mismo y en el futuro tendrá un trabajo digno, lo que será un aporte positivo para nuestra sociedad, ya que no dependerá de un plan social para sobrevivir. Es fundamental para la formación de nuestros niños y jóvenes que sepan que el trabajo es salud y tenerlo dignifica al hombre.

Por encima de todo, ojalá nuestros niños puedan crecer en un ambiente donde gocen de una fe firme en Dios. Un Dios que le dice: “Dejen que los niños vengan a mí” (Mt 19,14). Que tengan una verdadera experiencia de Dios en estos tiempos donde prima el materialismo. Que puedan sostenerse por los valores de la fe, en un Dios que nunca los abandona.

Como nos orienta el documento Famialiaris Consortio, “que la acogida, el amor, la estima, el servicio múltiple y unitario -material, afectivo, educativo, espiritual- a cada niño que viene a este mundo, deberá constituir siempre una nota distintiva e irrenunciable de los cristianos, especialmente de las familias cristianas; así los niños, a la vez que crecen ‘en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres’” (77) serán el futuro de nuestra sociedad.

P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino

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