8 de junio de 2010

Jesucristo nos invita a la comunión

El domingo pasado hemos celebrado con solemnidad Corpus Christi, la fiesta que nos une como iglesia. Hemos realizado la gran celebración comunitaria y procesión honrando y proclamando a Cristo como único Señor y Rey de nuestra sociedad, especialmente en estos tiempos de tantas incertidumbres y divisiones. Es oportuno que reflexionemos sobre la necesidad de ser un solo cuerpo como Iglesia y como sociedad en torno a los valores que nos transmiten desde la fe: el amor, la opción por la vida, la solidaridad, el respecto por las personas y las instituciones.

En este año del Bicentenario, la fiesta de Corpus Christi nos invita a asumir una actitud de comunión frente a tantas propuestas que nos dividen como sociedad. Por eso es necesario que tengamos el afán de buscar puntos de encuentro y descubrir motivos que nos unan como hermanos. Para poder construir un solo cuerpo debemos tener todos, una actitud de comunión y una disposición para convivir, a pesar de las diferencias. Esta comunión nos invita a la tolerancia y aceptación de las diferencias, sin perder la particularidad e identidad de ninguna persona o institución, que nos ayuda a compartir a pesar de las diferencias.

La familia es la iglesia doméstica que hemos de sostener en estos tiempos en los cuales existen tantas fuerzas que pretenden eliminarla como base de la humanización de las personas y ciudadanos íntegros. Es tarea y misión de todos, defender la familia, aquella creada por Dios, como institución básica de la sociedad y no solamente como una simple estructura que cumple la función de legitimar las distintas formas de expresiones de afectos y que traerá consecuencias graves para el futuro de nuestra propia sociedad, si no se la respeta como tal. Creo que es el momento de defender lo esencial; ser un cuerpo ordenado e integro; ser formadora de personas en fe y valores.

Como persona, familia y comunidad una vez más estamos invitados a mirar la vida con los ojos de la fe. Aceptar y sostener a Cristo como cabeza de nuestra vida personal, familiar y social aceptando las diferencias y asumiendo nuestras cruces de cada día. Que la fe en Cristo nos una como cristianos, ayudándonos a superar todas las diferencias y ser una sociedad conducida por los valores de la fe, dispuesta a hacer sacrificios.

Celebrar la fiesta de Corpus Christi también nos invita a un verdadero sentido de hermandad y solidaridad, especialmente para pensar más allá de los intereses personales y proponer una comunidad que nos haga pensar en “nosotros”. Es descubrir al hermano que necesita de mi generosidad para poder sostenerse.

Estamos ante la necesidad y la oportunidad de diseñar y realizar en el marco del diálogo y la participación una sociedad más justa e inclusiva para todos. Es esto lo que nos pide Jesús y, con su entrega en la cruz, nos demostró que es posible.

Que esta celebración nos mueva a una mayor sensibilidad hacia nuestros hermanos más carenciados y necesitados. Ojalá que podamos imitar en nuestra vida cotidiana a Cristo que se entrega generosamente por cada uno de nosotros. Que seamos multiplicadores de este acto de amor y servicio por encima de todos los intereses egoístas.

Que Cristo que vive y se hace presente en nuestros corazones nos ayude a lograr una comunidad cada vez más fraterna y solidaria. Que Cristo, cabeza de nuestro cuerpo nos bendiga y una como sociedad. Que su entrega a través de su Cuerpo y Sangre nos lleve a un verdadero encuentro como hermanos en la fe.

P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino

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