9 de noviembre de 2010

Tolerancia y respeto ante las diferencia

En estos últimos días hemos escuchado cuánta violencia y tantas muertes de inocentes en el Medio Oriente a causa de las diferencias religiosas y étnicas. Y no hay duda de que muchas personas que viven en medio del miedo y la angustia. Son muchos los inocentes que pierden la vida a causa de las diferencias. En estos tiempos en que existen tantas situaciones en las que nos cuesta superar las diferencias, es oportuno que reflexionemos entorno a la necesidad de practicar la tolerancia y la paz en nuestro entorno.

Gracias a Dios, en nuestro país no vivimos situaciones tan extremas como en el Medio Oriente, pero en nuestra vida cotidiana no estamos ajenos a tantas situaciones de agresión e intolerancia por las pequeñas o grandes diferencias que nos enfrentan. Y sin duda esta realidad de la intolerancia genera violencia en el seno de la familia, en la juventud y en los distintos ámbitos de la sociedad.
Creo que es importante saber que entre los seres humanos las diferencias y los desacuerdos son frecuentes y que son parte de la vida. Sencillamente porque somos distintos, únicos e irrepetibles. Cada uno tiene una historia, una manera de pensar y ver las cosas de modo diferente. El respeto y la aceptación son el primer paso hacia la tolerancia y la paz. La aceptación no significa que uno tiene que resignarse y admitir todo lo que viene de la otra parte, sino ser capaz de reconocer otra forma de ver y hacer las cosas, de poder dialogar con apertura para que el punto de vista de cada uno sea considerado en el ámbito que corresponda.

En muchas personas las diferencias son causas de dolor y sufrimiento. Cuántas veces se escucha a parejas decir: “Que la otra persona no hace ningún esfuerzo… todo lo estoy haciendo solo…” A menudo perdemos de vista la realidad de que somos tan diferentes, pero esas divergencias nos enriquecen y complementan. Cuando logremos conocer y valorar las diferencias seguramente seremos capaces de respetar al otro que también tiene grandes dones y talentos, diferentes a los que yo poseo pero que son tan importantes porque su aporte es tan valioso como el mío. “Dependemos unos de otros y tenemos capacidades diferentes, según el don que hemos recibido” (Romanos 12,6). Nunca debemos dejar de dar gracias a Dios porque somos diferentes, ya que esto nos permite compartir. Si todos fuéramos iguales, no tendríamos nada para ofrecer.

Por encima de todo, lo que hace posible una convivencia de paz es el diálogo, la comunicación. Desde la plática hacemos conocer al otro tal cual somos, nuestra forma de ser, pensar y actuar. Por eso se dice con mucho acierto “no podemos amar verdaderamente lo que no conocemos”. Este conocimiento del otro hace fortalecer los vínculos de amor y empatía por quien está a nuestro lado.

Los tiempos que vivimos nos demuestran que también entre nosotros existe una gran necesidad de superar las pequeñas y grandes diferencias: a nivel pareja, familia, en nuestro ambiente laboral y en los distintos ámbitos de la sociedad. Ojalá que mantengamos al ser humano por encima de lo que nos diferencian, las ideologías, tradiciones religiosas o culturales, la manera de ser y pensar. Que centremos todo nuestro accionar en lo esencial, para superar toda diversidad, recordando que el “otro” es “mi hermano” que merece respeto y aprecio. Que entre todos podamos construir una sociedad donde busquemos la constante tolerancia y el verdadero amor; único camino posible para lograr una armoniosa convivencia.

P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino

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