Un ambiente festivo se apodera de nuestro entorno en un
nuevo aniversario de la celebración de la independencia de nuestra
patria. Pero creo que si bien es importante celebrarlo, nos debe
interpelar cuál es el verdadero y significativo valor de la libertad.
Porque ha sido el gran sueño de tantos próceres de este bendito suelo
argentino y que con tanto esfuerzo lo hicieron realidad. Sin embargo,
hoy es responsabilidad de cada uno de nosotros mantener el optimismo y
no ser indiferentes a todo lo que pasa a nuestro alrededor evitando ver
¡cuánto nos falta aun! para seguir construyendo un país independiente y
libre de esclavitudes.
Porque
la libertad y la independencia no es un estado ya acabado, sino que es
una tarea que nos compromete día a día. Es uno de los dones más grandes
que tiene la persona, ya que Dios nos ha creado libres. Porque Jesús nos
dice: “ Si ustedes permanecen fieles a mi Palabra, serán verdaderamente
mis discípulos: conocerán la verdad y la verdad los hará libres” (Juan
8,31). Qué importante detenernos a pensar en sus palabras, porque el
hecho de ser creado en y para la libertad muchas veces nos lleva a
confusiones y ambigüedades. La verdadera libertad no es lo que “yo
quiero”, sino tratar de ejercitar plenamente la libertad interior para
ser dueño de mis propias decisiones, pero con respeto y
responsabilidad.
Todo ejercicio
de la libertad tiene sus límites. Estamos limitados por la propia
situación en la que vivimos como persona y como parte de una familia y
una sociedad. Una libertad sin tener en cuenta a los demás es irreal.
Uno es verdaderamente libre en la medida en que es capaz de vivir a
pleno su propia realidad familiar, cultural y social.
En
este sentido todo sano ejercicio de libertad implica hacernos la
pregunta esencial: ¿libertad, para qué? Nos invita a una mirada hacia el
futuro para visualizar el mañana con esperanza y optimismo. Este camino
de libertad también implica vivir sacrificios para lograr los grandes
objetivos de la vida con compromiso y pasión.
La
libertad se hace fecunda cuando la persona desde su libertad personal
asume tareas importantes y comprometidas para el bien de uno mismo y de
toda la comunidad. Muchas veces cuando falta este sentido de
trascendencia de nuestro ser, tendemos a caer en el vacío y en una vida
sin sentido, porque lo que hace trascender la vida es el aporte que da
cada uno a su entorno social y comunitario. La libertad adquiere sentido
cuando tiene un para qué, cuando está al servicio de una causa, cuando
se compromete por ella y en ella.
Y
en este sentido Jesús es el modelo y ejemplo de lo que significa ser
“libres” realmente, libre del pecado. Su vida misma fue expresión de
justicia y estaba libre de todo para hacer la voluntad del Padre.
Teniendo
a Jesús como modelo, los invito a que revisemos nuestras conductas
individuales y colectivas con la intención de descubrir modos de pensar,
sentir, decir y hacer de manera más coherente y así lograr el bien
común de todos los que somos parte de esta bendita tierra que nos cobija
y ampara.
Porque cuando
hablamos de “libertad” es bueno saber que en el fondo es una invitación
para elegir libremente el bien. La verdadera libertad es un aporte
cuando es una opción del bien. Como dice San Pablo en la carta a los
Gálatas: “Hemos sido llamados a la libertad para el servicio a la
comunidad en el amor”. Que la verdadera libertad de los hijos de Dios
nos haga cada vez más personas de amor y servicio. Que en el día de la
Patria renovemos nuestro compromiso de ser verdaderos defensores de la
libertad, sembradores de paz y defensores de la justicia en esta
Argentina que espera y necesita del aporte de todos sus hijos.
P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino
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