3 de julio de 2012

La importancia de la palabra “gracias”

Sin duda una gran alegría nos embarga cuando alguien nos sorprende con la palabra “gracias”, ya sea por una llamada telefónica, un saludo personal o por un gesto fraterno. Son actitudes y palabras que alegran el corazón y nos animan a seguir compartiendo la vida con generosidad. Hoy quisiera reflexionar sobre la importancia de integrar esta palabra a nuestro diccionario de vida, más aun en estos días en que las situaciones de ingratitud son moneda corriente en nuestra sociedad. 

La vida se torna agradable cuando tenemos la posibilidad de compartir con personas agradecidas, aquellas que se acuerdan de decir “gracias” a alguien que lo ha ayudado y ha sido importante en su vida. Ciertamente es una actitud que nos satisface y nos da fuerzas para seguir dando y compartiendo las cosas. Vivimos en un mundo en el cual muchas cosas son consideradas como que tuviéramos derecho a tener. 

Sin embargo en la vida, cada gesto de bondad merece ser agradecido, aunque sea en los deberes. Los invito a este ejercicio para practicarlo en nuestros círculos más cercanos: en la familia, con los amigos, en los lugares de trabajo, en nuestras distracciones. Estoy seguro que no hay nada más grato para los padres que tener hijos agradecidos y, mucho más, trabajar en lugares donde uno se siente valorado, apreciado y agradecido. 

Pero es necesario diferenciar la palabra gratitud que proviene de la profundidad de nuestro corazón, del mero “gracias” formal, que prescribe la regla de urbanidad y que decirnos unos a otros ante la más pequeña gentileza de un gesto cortés y que se trata de un simple ejercicio de buena educación. El ser agradecido debe ser una actitud de vida. La gratitud es uno de los sentimientos más nobles del ser humano, que parece que nos lleva a estimar beneficio o favor que se nos hecho o ha querido hacer, y a corresponder a él de alguna manera. 

Es entonces cuando sentimos que el favor recibido, el don que nos ha hecho el prójimo de su trabajo, de su tiempo, de su esfuerzo, de su compañía y su consuelo excede lo que puede retribuir la simple cortesía, cuando la emoción por tanto bien recibido nos anuda la garganta y somos conscientes que no podemos expresar nuestra gratitud ni aun repitiendo mil veces la palabra “gracias” y es allí cuando expresamos nuestra gratitud desde lo más hondo de nuestro corazón. 

Pero al ser personas agradecidas, creo que nuestro primer deber es el de dar gracias a Dios. Cada mañana es una nueva oportunidad para agradecer a nuestro padre que nos llama nuevamente a la vida y nos ofrece una nueva jornada para ser personas de bien. Qué hermoso es abrir los ojos cada mañana agradeciendo a Dios por un nuevo día, pero también cerrar el día agradeciéndole por las infinitas bendiciones que nos regaló y que, por ser tantas y tan rutinarias, ni siquiera las tenemos en cuenta.  

Ser agradecido también nos invita a vivir con profunda generosidad la vida. Nos convierte en personas llenas de bondad a pesar de tantas situaciones adversas que enfrentamos. Como dice el Evangelio de San Mateo “para que sean hijos de su Padre que está en los cielos; porque Él hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos” (Mt 5, 45). Vivamos esta justicia desde un amor generoso y agradecido. Dios nos ha regalado la vida y nuestra vida merece ser compartida con generosidad.

Decir “gracias”, es la mejor palabra que podemos expresar a nuestros seres queridos, a tantas personas que dan tiempo y servicio para nuestro bienestar. Siempre demos las gracias, sabiendo que un corazón agradecido engrandece  a la persona y alegra el corazón de tu hermano. Y nunca olvides que esta palabra “gracias”  es  tan sencilla, pero que sin duda la intención que ponemos en ella la hace “poderosa”. 


P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino

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