Tenemos la posibilidad de vivir en una
nación democrática, por eso el próximo domingo podremos participar de un
acontecimiento trascendente en nuestra provincia. Es que podremos
elegir los representantes que asumirán la responsabilidad de tomar las
decisiones sobre nuestro futuro para los próximos años. Creo que es una
de las bendiciones que tenemos el de poder elegir a nuestros propios
gobernantes y así participar en la conducción de nuestro futuro.
Creo
que en este sentido la primera responsabilidad de cada uno frente a una
elección es ser un participe responsable del proceso democrático. Estar
informados para conocer las necesidades de nuestra provincia y ejercer
nuestro voto para el mayor bien de toda nuestra sociedad. El mayor
peligro de todo proceso democrático es la ignorancia del pueblo, que
empobrece la democracia. En este marco es bueno reflexionar sobre las
cualidades de un buen gobernante. Quisiera que tengamos una mirada desde
la Palabra de Dios, ya que estas consideraciones difícilmente las vamos
a escuchar en nuestras campañas políticas.
Vivimos
en una época de crisis, en la cual la ideología política ha perdido
lugar frente a la conveniencia política y las ventajas económicas. Creo
que frente a esta crisis que vivimos necesitamos encontrar
representantes para nuestros pueblos, personas con ilusión e ideología,
capaces de dejar de lado las ventajas momentáneas y dispuestos a ponerse
al servicio de quienes confían en sus capacidades y los eligen como
representantes. Necesitamos de hombres fieles a sus principios y a su
vocación de servir y amar al pueblo. Según Deuteronomio 17, 14-20, todo
aquel que aspire a un cargo público y los que nos gobiernan debe ser una
persona que aman a su pueblo, conociendo profundamente sus necesidades,
miserias, carencias y fortalezas.
El
gobernante ha de ser una persona que sirve a su pueblo. Esto implica
una gran capacidad de entrega y servicio incondicional hacia todos.
Solamente cuando haya personas generosas, que tengan como bandera el
servicio, podremos superar tantas situaciones de crisis económica y
social que estamos padeciendo en la actualidad. El gobernante en este
sentido ha de ser aquel que construya riquezas para el pueblo, capaz de
tener un corazón generoso para ver y gozar del crecimiento de todos.
Un
buen gobernante ha de ser hombre de Dios, porque creo que la Palabra de
Dios es la mejor guía para un buen gobierno, para que toda decisión que
se tome sea para el bien del pueblo y para la mayor gloria de Dios. Es
por ello que este servicio ha de realizarse como dice en el libro del
Deuteronomio: ningún gobernante debe creerse superior ni arrogante, por
el contrario, debe dar señal de sencillez y humildad, porque es un
servidor público. Y el mejor ejemplo de servicio y humildad tenemos en
la persona de Jesús, que nos dio el ejemplo de servicio lavando los pies
de sus propios discípulos. El que aspire ser el primero ha de ser el
servidor de los demás (Jn 13,1-15).
Que
nuestras próximas elecciones sea una oportunidad para todos, tanto a
votantes como candidatos, a luchar por una sociedad más justa,
democrática y solidaria que permita una vida digna para todos, con
igualdad de oportunidades y un crecimiento sostenido con el trabajo y
esfuerzo sincero de todos.
P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino
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