3 de julio de 2013

El amor todo lo puede, con amor todo es posible

Sabemos que no es necesario realizar grandes análisis para comprobar el materialismo que se manifiesta en nuestra sociedad actual. Para contrarrestar este flagelo se requiere de manera eminente valorar el amor y la ternura. Ellas son la base de toda relación interpersonal y son fundamentales para lograr el crecimiento integral de los niños y jóvenes de nuestra sociedad. La ternura es aquella virtud o cualidad mediante la cual damos lo mejor de nosotros mismos por el bien de los demás. Por eso cuando falta este aspecto en nuestra vida de familia y de pareja es muy difícil sostener relaciones sanas e integrales. 
 
 
Muchas veces buscamos la felicidad en nuestra vida de manera desmesurada y hasta nos sentimos insatisfechos por no lograrla. Ella simplemente tiene que ver con la capacidad de vivir y compartir el amor y la ternura. Las personas tiernas y cariñosas hacen que quienes le rodean se sientan complacidos, lo que les hará felices. El sentirnos amados y queridos se manifiesta en una actitud de vida hacia las demás personas. En este sentido es tan importante que los niños y jóvenes reciban este amor y cariño desde su infancia para que puedan crecer en este valor tan importante para la vida. 
 
La ternura es el gesto que revela cuanto nos importa la persona con la que convivimos y queremos que se sienta bien. Crea una relación que no es ostentosa, sino que se traduce en pequeños y cotidianos detalles: atención al otro, escucha, gestos amables, caricias, expresiones del amor que se siente por la persona amada, etc.
 
La ternura se demuestra también en los momentos difíciles, ante los problemas del otro, con el acompañamiento silencioso y efectivo garantizando que la persona se sienta contenida. Crea también el ambiente adecuado y necesario para el desarrollo y crecimiento de los hijos. El amor a los hijos si va acompañado de ternura, enseña e induce a los mismos a amar con la misma calidad humana de los padres. Hace que el niño se sienta querido, simplemente, por existir y por ser quien es. Esta autoestima es sana y vale más que aquella que se fundamenta en valorar y manifestar que el hijo hace bien o hace mal.
 
El niño tiene derecho a equivocarse en muchas oportunidades; habrá ocasiones en que se porte bien y otras en que se porte mal, pero no por ello ha de sentirse más o menos querido por sus padres. El amor es algo más grande y ha de manifestarse siempre; no sólo en los momentos buenos de los hijos. Siempre debe quedar claro que aunque algo haya hecho mal igual lo queremos. Pero sí, es necesario manifestarle que su actuación no es la adecuada, que su actitud no es la más apropiada y que debe evitarla en el futuro.
 
La familia como institución básica de la sociedad tiene la responsabilidad de enseñar el amor, aprender a amar, cuidarlo y comunicarlo, así como proyectarlo a la sociedad: es en el seno familiar donde se deben cultivar los valores del ser humano, enseñar a pensar,   la honradez, la generosidad, la responsabilidad, el amor al trabajo, la gratitud, etc. Es en la familia, donde se debe estimular a ser creativos en el desarrollo de la inteligencia y la voluntad, y así poder integrarnos y aportar a la sociedad porque estaremos preparados integralmente. El amor de la familia por tanto debe también trasmitirse a la sociedad.
 
El amor les ayuda a cada uno de sus miembros, especialmente a los hijos, a que desarrollen todas sus potencialidades para que logren alcanzar lo más cerca posible sus objetivos en la vida: la psicología afirma que el afecto estimula el aprendizaje y desarrolla la inteligencia gracias a la sensación de seguridad y confianza que otorga y que se desarrolla lentamente a través de la infancia, la niñez y la adolescencia.
 
No esperemos las grandes ocasiones para mostrar la ternura en nuestro entorno familiar; todos los días hay infinidad de oportunidades para demostrarles lo importantes que son para nosotros. Por ello lo único que basta para gozar de una familia unida y armoniosa, será la expresión tierna y el amor profundo y generoso. Porque todas las dificultades propias de la vida, se ven atenuadas cuando se vive en un ambiente de amor y ternura. 
 
P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino
 

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