Sabemos que no es necesario realizar
grandes análisis para comprobar el materialismo que se manifiesta en
nuestra sociedad actual. Para contrarrestar este flagelo se requiere de
manera eminente valorar el amor y la ternura. Ellas son la base de toda
relación interpersonal y son fundamentales para lograr el crecimiento
integral de los niños y jóvenes de nuestra sociedad. La ternura es
aquella virtud o cualidad mediante la cual damos lo mejor de nosotros
mismos por el bien de los demás. Por eso cuando falta este aspecto en
nuestra vida de familia y de pareja es muy difícil sostener relaciones
sanas e integrales.
Muchas veces
buscamos la felicidad en nuestra vida de manera desmesurada y hasta nos
sentimos insatisfechos por no lograrla. Ella simplemente tiene que ver
con la capacidad de vivir y compartir el amor y la ternura. Las personas
tiernas y cariñosas hacen que quienes le rodean se sientan complacidos,
lo que les hará felices. El sentirnos amados y queridos se manifiesta
en una actitud de vida hacia las demás personas. En este sentido es tan
importante que los niños y jóvenes reciban este amor y cariño desde su
infancia para que puedan crecer en este valor tan importante para la
vida.
La ternura es el gesto que
revela cuanto nos importa la persona con la que convivimos y queremos
que se sienta bien. Crea una relación que no es ostentosa, sino que se
traduce en pequeños y cotidianos detalles: atención al otro, escucha,
gestos amables, caricias, expresiones del amor que se siente por la
persona amada, etc.
La ternura se
demuestra también en los momentos difíciles, ante los problemas del
otro, con el acompañamiento silencioso y efectivo garantizando que la
persona se sienta contenida. Crea también el ambiente adecuado y
necesario para el desarrollo y crecimiento de los hijos. El amor a los
hijos si va acompañado de ternura, enseña e induce a los mismos a amar
con la misma calidad humana de los padres. Hace que el niño se sienta
querido, simplemente, por existir y por ser quien es. Esta autoestima es
sana y vale más que aquella que se fundamenta en valorar y manifestar
que el hijo hace bien o hace mal.
El
niño tiene derecho a equivocarse en muchas oportunidades; habrá
ocasiones en que se porte bien y otras en que se porte mal, pero no por
ello ha de sentirse más o menos querido por sus padres. El amor es algo
más grande y ha de manifestarse siempre; no sólo en los momentos buenos
de los hijos. Siempre debe quedar claro que aunque algo haya hecho mal
igual lo queremos. Pero sí, es necesario manifestarle que su actuación
no es la adecuada, que su actitud no es la más apropiada y que debe
evitarla en el futuro.
La familia
como institución básica de la sociedad tiene la responsabilidad de
enseñar el amor, aprender a amar, cuidarlo y comunicarlo, así como
proyectarlo a la sociedad: es en el seno familiar donde se deben
cultivar los valores del ser humano, enseñar a pensar, la honradez, la
generosidad, la responsabilidad, el amor al trabajo, la gratitud, etc.
Es en la familia, donde se debe estimular a ser creativos en el
desarrollo de la inteligencia y la voluntad, y así poder integrarnos y
aportar a la sociedad porque estaremos preparados integralmente. El amor
de la familia por tanto debe también trasmitirse a la sociedad.
El
amor les ayuda a cada uno de sus miembros, especialmente a los hijos, a
que desarrollen todas sus potencialidades para que logren alcanzar lo
más cerca posible sus objetivos en la vida: la psicología afirma que el
afecto estimula el aprendizaje y desarrolla la inteligencia gracias a la
sensación de seguridad y confianza que otorga y que se desarrolla
lentamente a través de la infancia, la niñez y la adolescencia.
No
esperemos las grandes ocasiones para mostrar la ternura en nuestro
entorno familiar; todos los días hay infinidad de oportunidades para
demostrarles lo importantes que son para nosotros. Por ello lo único que
basta para gozar de una familia unida y armoniosa, será la expresión
tierna y el amor profundo y generoso. Porque todas las dificultades
propias de la vida, se ven atenuadas cuando se vive en un ambiente de
amor y ternura.
P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino
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