29 de octubre de 2013

El camino de santidad

En noviembre celebramos la solemnidad de Todos los Santos y junto con ellos el Día de Todos los Difuntos. La fiesta de todos los santos conmemora a tantas personas que han vivido la santidad, desde el silencio y los conocemos y su ejemplo de vida es digno de ser imitado. La conmemoración de todos los difuntos nos hace reflexionar sobre el gran misterio de la vida. Estas dos solemnidades nos invitan a vivir profundamente nuestra vocación de ser santos y mantener esta conexión tan necesaria con nuestra historia y nuestros antepasados, que nos alienta a aspirar la santidad como nuestra meta final. 
 
Cuando hablamos de la santidad tendemos a pensar en una vida perfecta, casi angelical, de muchas personas que han sido declarados como santos. Obviamente hay santos que brillan por la heroicidad de sus virtudes, que han realizado obras extraordinarias, milagros, haciendo que el poder y la gracia de Dios se hagan presente entre nosotros. Si uno mira la historia de vida de muchos santos vemos que casi todos ellos han sido personas que han vivido su vida con una gran intensidad y pasión. 
 
Más de una vez la santidad no solo se trata de obras heroicas, sino pasa por la fidelidad en lo pequeño y cotidiano, que muchas veces pasa desapercibido para los ojos humanos, pero son bien valiosos ante los ojos de Dios. La santidad no es sinónimo de la perfección, sino que representa a personas que han sido llenos de fragilidades y altibajos, pero con la diferencia de un gran sentido de lucha, esfuerzo sincero y entrega generosa. Han sido personas que tuvieron que afrontar dificultades y luchas como todo ser humano, pero supieron soportar las pruebas y superar las adversidades con la confianza en la Divina Providencia, sabiendo que Dios está cerca y su amor hace posible aun aquello que son imposibles desde la lógica humana. 
 
Pero, ¿es posible ser santo, ser santa? Dice la palabra de Dios: “Sean perfectos como el mismo Padre celestial es perfecto” (Mt 5,48) Si uno mira humanamente a primera impresión seguramente es algo imposible, pero si contemplamos este llamado desde la fe nos damos cuenta que la santidad es posible para todos los bautizados, porque se trata ante todo una obra de Dios en nosotros. Dios nos utiliza para completar Su obra en cada uno de nosotros, ciertamente respetando nuestra libertad y con nuestra cooperación. La santidad es el regalo de Dios para todos los hombres y mujeres de fe. 
 
Cuando conmemoramos a nuestros seres queridos difuntos y recordamos a todos los santos en los próximos días ojalá que podamos mantener vivo este deseo de ser personas santas. El verdadero camino de santidad que implica un apostarse de manera permanente al bien, siendo personas de bien con una profunda generosidad. Que sea nuestra oración y meta, hacer el mayor bien en el lugar y la misión que nos toca a cada uno, en lo sencillo y cotidiano.  
 
La santidad es un camino que vamos recorriendo cada día. Implica tomarse un tiempo para pensar, contemplar y planificar la vida para que nuestra vida sea un verdadero camino hacia la santidad. En todo momento de nuestra vida, el criterio para nuestro actuar sea como nos pide San Pablo, "revestirnos" día a día de los mismos pensamientos, sentimientos y actitudes de Cristo, y que podamos decir como San Pablo al final de nuestra vida: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe” (2 Tim. 4:6-8). Implica mantener vivo el esfuerzo sostenido y la perseverancia para que nuestra vida sea un verdadero camino de santidad. 


P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino

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