Agosto se caracteriza por ser un mes de
grandes festejos para los niños que celebran su día. Y creo que es una
linda ocasión para reflexionar sobre la importancia y valor que tiene
esta etapa de la niñez para la vida de todo individuo. La realidad
actual de nuestras familias, que tradicionalmente han sido lugares de
contención y protección para nuestros niños, hoy padece una gran crisis
de desintegración a causa de las complejidades de la posmodernidad.
La
exigencia del mundo laboral y económico, el aumento de la
desintegración de las familias, madres solas, hace que una gran parte de
nuestros niños y jóvenes no tengan la contención de una familia que sea
el apoyo y sostén afectivo, emocional y material para su crecimiento
integral.
Gran parte de los niños
de nuestra sociedad viven con solo uno de los padres, o están más cerca
de los abuelos que los propios padres.
La
nueva sociedad que acompaña a nuestra niñez hace que ellos desde una
temprana edad ingresen al mundo adulto, conflictivo y desolador, sin
tener la madurez y la preparación para enfrentar esta etapa de la vida.
La
falta de comunicación interpersonal, la contención afectiva hace que
nuestros niños y adolescentes crezcan sin una verdadera orientación y
acompañamiento desde la base.
La
celebración del Día del Niño debe ser una invitación para que sin dejar
de tener un par de días de fiestas, no dejemos de brindar a todo niño un
hogar donde pueda crecer en el verdadero amor y cuidado de los propios
padres. La falta de este amor y ambiente de paz y armonía en el hogar
deja huellas profundas en la vida del niño y del adolescente.
Ojalá
que podamos dar a todos nuestros niños, la alegría de un hogar lleno de
amor, una sociedad que cuide, proteja y acompañe minuciosamente el
desarrollo integral de nuestros niños y jóvenes que serán el futuro de
nuestra sociedad con propuestas serias de inversión en la salud y la
educación, ámbitos fundamentales para el desarrollo de una sana niñez.
Como adultos podamos hacer nuestros pequeños sacrificios para compartir
más y más con nuestros niños, la etapa más vulnerable de la vida
humana.
Por eso es importante que
el niño se desenvuelva en un ambiente de aceptación, así aprende a
encontrar amor en el mundo; alabanza, aprende a apreciarse;
compartiendo, aprende a ser generoso; estímulo, aprende a tener
confianza en sí mismo; honestidad y equidad, aprende lo que son la
verdad y la justicia; seguridad, aprende a tener fe en sí mismo y en
quienes lo rodean; serenidad, aprende a tener tranquilo el espíritu;
tolerancia, aprende a ser paciente.
También
como sociedad adulta tenemos mucho que aprender de la sencillez y la
simplicidad de nuestros niños. La gran capacidad para alegrarnos de las
cosas sencillas de la vida, a mirar la vida con optimismo a pesar de los
problemas y a amar la vida a pesar de las diferencias. Lo que muchas
veces los adultos han perdido a causa de tantas experiencias negativas
y dolorosas de la propia vida.
En
el Evangelio, Jesús nos dice: “Dejen que los niños vengan a mí; el
Reino de los Cielos pertenece a los que son como ellos” (Mt 19,14). Que
nuestros festejos del Día del Niño nos ayude a conservar la capacidad de
asombro y apertura que nace de la confianza en Dios. Que contagiemos
nuestro entorno con la inocencia y la alegría que tienen los niños.
P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino
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