Después de la visita papal a Brasil,
varias personas de distintos ámbitos de la sociedad me preguntaron si el
nombramiento del papa Francisco y su llegada al país vecino, ha
aumentado el número de fieles en la Iglesia Católica. Y a todos los que
me han hecho esta pregunta le respondía con otra pregunta que quiero
hacerla también aquí para invitarlos a reflexionar, precisamente hoy en
que celebramos el día del catequista. ¿El nombramiento y la visita del
Papa ha cambiado a nivel personal, mi vida de fe?
Sin
duda, todos estamos muy felices por la persona del papa Francisco y no
podemos dejar de reconocer que el Espíritu Santo está obrando e
impregnando de un aire nuevo a la Iglesia. Esta acción del Espíritu es
una invitación personal para cada bautizado a vivir profundamente su fe
en Cristo, lo que trae la alegría de la vida. Es lo que muchos
periodistas destacan del rostro alegre y rejuvenecido de nuestro Papa.
Estoy seguro que creer en la persona de Cristo nos llenará de alegría y
poder ser su mensajero anunciando a Cristo, transformará esta alegría en
gozo.
Ser catequista es un don y
una vocación, porque asumen esta tarea tan hermosa de ser “educadores
de la fe” de sus hermanos. Todo esto en un mundo en el cual, todo pasa
por la remuneración y la recompensa y donde hay quienes dicen: “El
tiempo es dinero”.
Sin embargo,
los catequistas hacen un servicio de educar en la fe con amor y
simplemente con el deseo de compartir el gozo de anunciar, misión que no
tiene precio. Es admirable la generosidad de su entrega y el entusiasmo
con que se preocupan de la vida cristiana de muchos de sus hermanos.
Como
dijo nuestro papa Francisco al llegar al Encuentro Mundial de la
Juventud: “No tengo oro ni plata, pero traigo conmigo lo más valioso:
Jesucristo”, el primer desafío de todo bautizado y todo catequista es
llenarnos de la persona de Cristo para poder llevar esta experiencia a
los demás. Porque no es posible anunciar con gozo a Cristo si antes no
lo hemos encontrado vitalmente con la mente, el corazón y si no hemos
tenido una profunda experiencia personal de su amor salvador. No es
posible anunciar a Cristo con fuerza convincente sin antes tener una
fuerte experiencia personal de su amor sanador y liberador.
Creo
que la celebración del Día del Catequista, en el marco de tantas
palabras de aliento de nuestro Papa, nos invita a tener esta experiencia
personal y cercana de la persona de Cristo. El gozo de anunciar a
Cristo brota espontáneo y fuerte cuando se vive una profunda amistad con
Él. Creo que la sociedad moderna y altamente materialista necesita de
evangelizadores con una profunda fe en Cristo desde una vida espiritual
sólida, centrada en la persona de Cristo, iluminada diariamente con Su
Palabra, fortalecida con la oración y alimentada con la eucaristía.
Como
nos dice el mismo documento de Aparecida: “Conocer a Jesús es el mejor
regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros,
es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con
nuestra palabra y obra es nuestro gozo” ( DA 29).
Y
nos alienta el documento a todos los anunciadores de la fe al confirmar
que “conocer a Jesucristo por la fe es nuestro gozo, seguirlo es una
gracia y transmitir este tesoro a los demás es un encargo que el Señor,
al llamarnos y elegirnos, nos ha confiado” (DA 18).
Que
la celebración del día de los anunciadores del Mensaje de Cristo, no
sea una simple noticia periodística, sino una verdadera experiencia de
Dios compartida con amor. Que el gozo de anunciar la fe nos llene de
fortaleza y el Espíritu Santo nos regale Sabiduría, entusiasmo misionero
y el don de una fidelidad generosa y fecunda.
A quienes se han comprometido en esta misión: ¡Feliz día, catequistas!
P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino
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