Inmersos en una ciudad movida por las
compras y elección de regalos, el domingo pasado hemos celebrado el
Día del Niño. Leyendo varias cosas sobre esta celebración encontré una
encuesta muy interesante en uno de los periódicos nacionales donde
especificaba que la mayoría de los padres no habían regalado lo que el
niño quería en su día. Es decir que a pesar del esfuerzo de muchos papás
por satisfacer los pedidos que hacen los pequeños, en esta oportunidad
no fue posible complacerlos. A partir de esa lectura me pareció
importante invitarlos a reflexionar sobre las cosas hermosas que podemos
regalar a los hijos sin tener que pensar sólo en regalos costosos…
Creo
que el mejor regalo que cada papá y mamá puede hacer a sus hijos, sin
entrar en grandes gastos, es agradecer a Dios por la bendición y regalo
de la vida de sus hijos, tomándose el tiempo necesario para compartir
con ellos y enseñarles a compartir lo que significa amar y servir con
una entrega generosa, lo que comprende el misterio del amor Divino. En
este mundo secular en que vivimos, el mejor regalo que podemos dar a los
hijos es una formación cristiana para que sean capaces de tener fe y
esperanza pudiendo superar así las adversidades de la vida.
Los
padres representan la primera imagen del amor de Dios para los hijos, y
el ejemplo y testimonio vivo en el hogar hace posible esta vivencia del
amor tan importante para los niños. La experiencia de oración y
silencio interior permite el crecimiento espiritual de los niños que
muchas veces la sociedad actual descuida…
Muchos
en este tiempo ponen demasiado énfasis en los estudios, que los hijos
sean “alguien” en la vida, que logren una profesión, un buen trabajo, un
bienestar económico que ellos como padres tal vez no han logrado, un
buen futuro, etc. Y claro, ¿quién no quiere esto para sus hijos? Pero
además de ser exitosos en la vida es bueno también aspirar y enseñar a
los hijos que sean una bendición para los demás, con una vida espiritual
que esté por encima de las aspiraciones materiales.
La
formación en la Palabra de Dios ayuda a los niños a crecer en la fe. La
Biblia que “es” la palabra de Dios, tiene el poder de transformar las
vidas y es la única autoridad de fe y conducta. De allí la importancia
que tiene que nuestros niños lean y mediten la Palabra, haciendo de ella
el centro de su vida. En la medida que vamos entrando en la dinámica de
la Palabra de Dios seremos capaces de buscar respuestas en ella. Para
esta vida de fe no hay nada mejor que un buen hogar cristiano donde el
niño pueda tener el privilegio de crecer en la fe.
Creo
que otro de los regalos hermosos que podemos hacer a nuestros niños es
enseñarles a confiar en un Dios que los escucha y responde de diferentes
maneras. Eso se aprende desde la vida de oración en familia,
especialmente en los momentos difíciles. Que la oración sea nuestra
fuente de fortaleza y esperanza en los momentos de “grandes ansiedades y
desesperanzas” confiando en Aquel que se ocupa de nosotros en todo
momento. En cambio, si ellos solo ven quejas y ansiedades no podrán
relacionar la oración como un recurso valedero que nos asegura la paz y
armonía en el hogar. Oremos con los niños antes de dormir, antes de
comer, antes que vayan a la escuela y en todo momento que sientan
hacerlo, intercediendo también por las necesidades de otros. No dejemos
de enseñarles a orar constantemente por los motivos que ellos mismos
tengan, lo que les permitirá experimentar a ellos mismos las respuestas
de Dios. Esto marcará sus vidas de oración.
Que
en estos días que estamos celebrando el día del niño, ojalá podamos
regalarles la experiencia de Dios a nuestros niños para que ellos
descubran al Dios Amor, que es su Padre, y tengan la confianza plena de
que nunca los dejará solos. Pero lo mejor de todo esto es que esta
experiencia la puedan vivir desde nuestra fe y testimonio de vida.
P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino
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