31 de marzo de 2009

Dolor y sufrimiento, emociones con sentido

Dolor y sufrimiento son sentimientos que nos hacen reflexionar sobre la vida y nos anima a buscar una respuesta cuando éstos golpean en un momento específico, en aquella situación o a determinada familia.

Ante estas vivencias, la fragilidad humana nos lleva a replantearnos estas situaciones. Hay quienes quieren evadir el dolor cuanto antes, algunos lo resisten, otros buscan soluciones mágicas.

Sin embargo, la cuaresma es una buena oportunidad para reflexionar sobre este tema ya que estamos contemplando en este tiempo litúrgico, lo que es el misterio de la pasión y muerte de Jesús, nuestro Salvador, quien sufrió y sintió el dolor a causa de nuestros pecados.

Frente a la necesidad humana, de encontrar una respuesta definitiva al interrogante sobre el dolor, ella nos viene solamente a través de Jesucristo: “Porque tanto amó Dios al mundo, que le dio su unigénito Hijo, para que todo el que crea en El no perezca, sino que tenga la vida eterna” (Jn 3,16). En el trasfondo de todo sufrimiento y dolor encontramos dos factores que nos llena de esperanza: amor de Dios al hombre que supera todo dolor y libertad humana para confiar en un Dios Salvador.

Es por ello que visto con los ojos de la fe, el dolor es un camino de esperanza gracias a la resurrección de Jesucristo… porque el mismo Jesús nos ha demostrado el camino de la salvación. Todo sufrimiento tendrá un sentido distinto si somos capaces de aceptar nuestro propio sufrimiento y unirlo al sufrimiento de Cristo con la plena confianza y como lo dice el Papa Benedicto XVI con “una serena esperanza confiada en que no todo acaba ahí: hay un después”. Es esta esperanza la que nos redime y llena de fortaleza en momentos difíciles.
Nuestra fe no nos presenta una esperanza momentánea, sino que el mismo Dios es el fundamento de nuestra esperanza. Confiando en Él podemos afrontar todo sufrimiento, toda adversidad… y podemos encontrar la felicidad aquí en la tierra y en la vida eterna. Por que el mismo Jesús nos ha demostrado el camino de la gloria: que es el mismo camino de la cruz.
Frente al dolor y el sufrimiento, como muchas veces propone nuestro entorno, no sigamos la carrera desesperada de evadir y de escaparnos. Por el contrario pongamos nuestra confianza serena en un Dios que tiene un plan para mí en mi dolor y sufrimiento. Qué bueno preguntarnos para qué Dios me ha dado este sufrimiento? En este sentido hemos de aceptar el dolor y el sufrimiento como parte de la vida, que seguramente nos ayudará madurar en el amor y crecer en la fe.

Miremos el sufrimiento con ojos de esperanza, sabiendo que en medio de mis tormentos y angustias nunca estoy solo, sino que Dios se hace presente como compañero del dolor y el sufrimiento. Su presencia nos llenará de gozo y alegría, porque no estoy solo, sino que Cristo está conmigo. Y esta presencia debe ser motivo de alabanza y agradecimiento, superando así el dolor y el sufrimiento que solo me llenarán de tristeza y desesperanza.

Frente a un hermano enfermo hemos de ser el rostro visible del amor de Cristo, como ser querido, amigo o familiar, que nuestro amor y acompañamiento ayude a aliviar el dolor de mi hermano. Que yo sea el rostro misericordioso de Cristo frente al dolor humano, y que éste no sea motivo de grandes negocios, como tantos aprovechan el dolor y sufrimiento de sus hermanos, para beneficios personales.

Que en esta cuaresma, volvamos nuestra mirada a Cristo resucitado, para encontrar respuestas a los profundos interrogantes que se presentan en nuestro corazón acerca del sufrimiento y del dolor, ya que solo Él nos dará las fuerzas necesarias para que logremos asumirlos con alegría y esperanza.

P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino

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