7 de abril de 2009

Semana del amor y la esperanza

Estamos viviendo una semana clave para nuestra fe como cristianos y quiera Dios que la podamos experimentar con mucha intensidad. Porque es una hermosa oportunidad que nos invita a encontrar el sentido del más allá en nuestras vidas, especialmente cuando situaciones límite nos sacuden y desestabilizan como una enfermedad, crisis económica, falta de trabajo, necesidades afectivas, pérdida de un ser querido etc. El silencio y la entrega a Jesús, servirá como respuesta, ya que nos llenará de esperanza al saber que Dios tiene un plan para cada uno de nosotros, en cada una de esas situaciones que nos desbordan.

Entre los testamentos de amor en sus peores horas de dolor, lo que más llama la atención es el silencio de Jesús. Frente a la injusticia, humillación, dolor y sufrimiento Jesús “callaba, sin dar respuesta”. Estamos ante el silencio de Jesús, cuando el pueblo tiene la tentación de gritar, reclamar y protestar. El silencio de Jesús no es un silencio pasivo, sino un silencio profundo que habla más que mil palabras. Sólo desde el silencio podemos encontrar el plan de Dios en nuestros dolores, sufrimientos e injusticias. Silencio que vale más que tantas protestas y discursos. Un silencio que hace reflexionar y convertir todo el entorno. Silencio que nace de la fe y la esperanza; un silencio que comunica, que habla. Seamos capaces de pedir, a Jesús callado, que nos regale la santa virtud de su silencio.

Es que estamos en un mundo en que las palabras desbordan, especialmente en este tiempo electoral que se aproxima, donde seguramente habrán cientos de propuestas, promesas y explicaciones que justificarán nuestros errores, miserias, yerros y claudicaciones. Es así que la pasión de Jesús es el gran contraste entre su silencio y nuestro mundo superado por las palabras, discursos llenos de promesas, reclamos publicitarios, palabras que se convierten en ruidos que deshumaniza, que nos impide adentrarnos en nosotros mismos y encontrar la verdad profunda del hombre.

Dejemos que nuestras obras y actitudes hablen más que tantas palabras y promesas, tratando de vivir en la caridad, solidaridad y justicia. Dispongámonos a buscar el silencio interior. Porque solamente en el silencio y la soledad es posible encontrarnos con nosotros mismos y lograr una verdadera conversión en la vida. Únicamente desde el sosiego, la paz, la pausa es posible contemplar el gran misterio del amor presente en la experiencia de la pasión y muerte de Jesús.

Pero que nuestro silencio no sea una experiencia negativa sino un silencio fecundo que nos ayude a dialogar con nuestro Dios y acercarnos a nuestros hermanos a través del amor y la entrega como lo hizo Jesús al morir por nuestros pecados.

En este clima de silencio, frente a tantas propuestas secularistas de nuestro entorno, tratemos de vivir profundamente esta semana en oración, lectura de la Palabra, participación activa en las celebraciones litúrgicas, para que los grandes misterios de la fe nos sostenga en nuestros sufrimientos, nos fortalezca en nuestras debilidades y llene nuestras palabras con su Espíritu. Abramos nuestro corazón para que la sangre derramada por Cristo sane nuestras heridas, penetre en nuestro espíritu, nos convierta y salve.

Quiera Dios que en estos días renovemos nuestra vida cristiana personal, familiar y comunitaria, para encontrarnos con Cristo, que quiere perfeccionar nuestras vidas, por la eficacia de su sangre redentora. Que la presencia del Resucitado llene nuestros corazones y restaure nuestras vidas para que experimentemos la verdadera alegría de la Pascua.

P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino

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