21 de abril de 2009

Solidaridad alma del cristiano

Estamos viviendo una de las crisis económicas más agudas de nuestros tiempos. Es un tiempo muy especial para reflexionar sobre el valor de la solidaridad en nuestra vida cotidiana. Ser solidarios es una gracia de Dios y hemos de nutrirla con nuestra actitud y respuesta concreta. Es una virtud que lleva a los hombres a comunicarse y compartir los bienes espirituales y materiales para ayudarse entre ellos.

El primer paso en este gesto solidario más sublime ha dado el mismo Dios a través de Su obra redentora. Envío a su Hijo único para que tuviéramos vida en abundancia y que se salve toda la humanidad. Y Jesucristo nos ha dado el ejemplo radical que entregar su vida la cruz, siendo solidario hasta el extremo. En este sentido para el cristiano la experiencia de solidaridad tiene un profundo sentido de amor y entrega que se basa y parte de la experiencia de ser amado por Dios, gratuitamente.

Es una experiencia que nos ayuda siempre a superar nuestra lógica de “equivalencia”: te doy y me das; te doy porque debo; te devuelvo lo que me diste, te doy porque sé que algún día voy a necesitar; te doy porque sé que me vas responder… Son miles de maneras por las cuales regimos nuestras relaciones interpersonales desde las miradas egoístas para manejar y controlar. La verdadera solidaridad se trata de un dar generosamente, sin esperar una recompensa. Es una actitud de entrega generosa, permanente y sin condicionamientos.

Solamente esta gratuidad nos puede llevar a la verdadera felicidad en la vida. Muchas veces la gratuidad siempre está condicionada por nuestros intereses mezquinos, y parte de nuestros egoísmos. Es una de las razones por la cual no cuesta gozar de la entrega generosa en vida. Es lo que empobrece nuestras relaciones interpersonales y nos silencia la posibilidad de gozar de la vida profundamente. Por la falta de esta solidaridad muchas veces aun en los círculos más íntimos de la propia familia: en la pareja, con los hijos, familiares cercanos, amistades. Vivimos el profundo dolor por la falta de la respuesta de los demás frente a la entrega generosa. Muchas veces tendemos a desanimarnos, nos llenamos de enojos, hasta cambiamos nuestra forma de ser. Solamente una actitud de solidaridad y un dar sin esperar… nos puede enseñar a vivir la experiencia mística de la entrega generosa.

Por último no podemos olvidarnos de nuestros hermanos necesitados, que son parte de nuestra vida y hemos de tenerlos en cuenta. En este tiempo de crisis ojalá que podamos ser más generosos con nuestros bienes, nuestro tiempo y nuestras posibilidades para todos puedan gozar de una vida digna. Sea un tiempo especial para imitar a un Dios que es bueno, y que nos amó incondicionalmente, dejamos que esta experiencia nos ocupe y se desborde en compromiso regalado para otros. Este pedido de Jesús a sus discípulos “Den gratis, lo que gratis han recibido”, resuene en nuestros corazones y que nuestra generosidad sea una respuesta concreta en este tiempo.

P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino

No hay comentarios.:

Publicar un comentario