19 de mayo de 2009

Con la mirada puesta en el cielo

El domingo próximo estaremos celebrando la fiesta de la Ascensión del Señor. Los tiempos que vivimos no siempre nos ayudan a vivir el verdadero sentido de estas celebraciones que tiene que ver con nuestra vida de fe. Es un misterio de la fe que nos da un nuevo sentido a tantas realidades cotidianas de la vida.

El destino final de la vida sigue siendo un gran misterio, con el cual nos encontramos cada vez que nos toca acompañar a un ser querido, esta realidad nos cuestiona aun más todavía. El triunfo de Jesús sobre las limitaciones terrenas y la muerte nos regala a todos los cristianos a tener una actitud del peregrino en esta tierra, estar de paso hasta que nos toque lo definitivo en la vida más allá. Realidad que nos da un sentido nuevo a la vida, a la muerte que es un paso más a la vida eterna.

La espera hacia el encuentro con nuestro Dios no es se trata de una espera pasiva, sino que es un paso que nos invita vivir apasionadamente, llenos de la presencia del espíritu en nuestras tareas cotidianas con la esperanza puesta en la recompensa del cielo. Esta espera no significa que tenemos que esperar hasta el final para vivir la felicidad, sino que Dios que quiere ver nos felices aquí en esta tierra en la realidad cotidiana de cada uno que es un anticipo de la felicidad plena, que solamente puede alcanzar con el encuentro definitivo con Dios.

Es la esperanza que debe movilizarnos en estos tiempos difíciles. También es un criterio clave en los días próximos cuando elegiremos a nuestros representantes que definirán el destino de nuestra patria en los próximos años. Solamente personas llenas fe y la experiencia de Dios y que sean capaces de ser peregrinos en esta tierra podrán transcender las victorias y las recompensas de esta tierra para una causa más noble, el bienestar y la felicidad de todos los hermanos y la plenitud de la alegría por haber cumplido la misión.

Que la ascensión del Señor nos pueda enseñar a superar tantas necesidades egoístas que nos enceguecen, no permite ver la necesidad del que sufre y padece. Que desde la fe podamos asumir plenamente la invitación de San Pablo que nos invita que, vivamos ya como ciudadanos del cielo (Fil 3,20), siendo plenamente ciudadanos de la tierra, en medio de dificultades, de injusticias, de incomprensiones, pero también en medio de la alegría y de la serenidad que da el saberse hijo amado de Dios.

Seamos personas contemplativas, capaces de dialogar permanentemente con Dios en oración, en las realidades cotidianas para ser personas de entrega generosa hacia sus hermanos. Nos invita a vivir alegría de ser cristianos aun en medio de las dificultades de la vida. La ascensión del Señor nos invita a ser personas místicas, capaces de asumir plenamente las realidades cotidianas con la mirada puesta en el cielo.

P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino

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