5 de mayo de 2009

María nos lleva a Jesús

El próximo domingo estamos peregrinando al Santuario de Fátima, para pedir la bendición y la protección de Nuestra Señora de Fátima. En esta oportunidad es bueno que reflexionemos entorno al espíritu que está detrás nuestras devociones y vivencias de fe como cristianos. Las peregrinaciones a los santuarios de la Virgen María es parte de nuestra profunda devoción y espiritualidad Mariana.

La espiritualidad es nuestra manera de relacionarse con Dios y con el mundo. Es llenarnos de la presencia de un Dios que nos da la dirección a la vida. Para el cristiano esta espiritualidad es un seguimiento de Cristo pleno en todos los ámbitos de la vida y la madre María nos muestra el camino en esta vivencia plena de nuestra fe.

La espiritualidad mariana va mucho más allá de las devociones y las peregrinaciones. Como dice en Marialis Cultus “es encontrar en María inspiración para el seguimiento de Cristo. Porque el cristianismo no consiste en fórmulas, ideología, conceptos, sino que es, ante todo, don, presencia, experiencia, vida. Y la figura de María resulta interpelación e inspiración para encarnar las actitudes y valores cristianos”.

María se nos presenta como la más perfecta discípula de Cristo, por su adhesión total a la voluntad de Dios, aun en las situaciones más adversas de la vida. La Palabra de Dios estuvo siempre presente en su corazón y como joven estuvo abierta a la voz del Espíritu Santo y estaba dispuesta a que la Palabra se encarnara en su vida real. Es el discipulado a que la Virgen María nos invita a través de cada peregrinación. Encontremos la voluntad de Dios en nuestras adversidades y que podamos decir con total confianza en nuestro Dios; “que se cumpla tu voluntad”.

María nos da un ejemplo perfecto para nuestra espiritualidad como cristianos. Nos invita a una comunión permanente con Él. María mantuvo una cercanía fiel a Jesús desde el anuncio del ángel hasta la muerte en cruz. El silencio de María frente al dolor y el sufrimiento, la confianza en un Dios que salva en los momentos de adversidades y tormentos, la esperanza en la obra redentora de Dios frente a la muerte de su propio hijo y la escucha del Espíritu en todo momento de la vida es ejemplo para cada bautizado.

Ojalá que podamos vivir estos valores tan hermosos que la madre nos enseña en nuestra próxima peregrinación. La escucha permanente de la Palabra en nuestra vida cotidiana, la confianza en medio de tantas situaciones adversas de la vida, y la esperanza en un Dios que siempre nos conduce hacia la verdad y el bien. Que sea una profunda experiencia de Dios y que nos acerque a su hijo, Jesús.

P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino

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