21 de julio de 2009

Amistad, un lazo maravilloso

Con cuánta algarabía y expectativa hemos vivido los días previos y la celebración del “día del amigo”. Y no es para menos, porque como alguien lo dijo con mucha certeza, “Vivir sin amigos, es no vivir”. Por eso la importancia de reflexionar sobre el gran misterio de la amistad en nuestras vidas, el que muchas veces nos sostiene en medio de tantas dificultades diarias. Pero también es cierto que muchas veces la amistad nos lleva por caminos equivocados, especialmente a nuestros jóvenes, cuando no se interpreta el verdadero sentido de esta relación y se está lejos de este gran misterio de la gratuidad.

En primer lugar es bueno saber que la amistad es don y regalo de Dios que debemos aceptar, comprender y sostener. Se sustenta este don en la misma creación del hombre, donde Dios quiso que fueran a su imagen y semejanza (Gen. 1, 26). En este sentido el primer paso de la amistad la da el mismo Dios y a partir de allí nos invita a extender este lazo de amistad en nuestra vida cotidiana. Este don, regalo de Dios, hemos de recibirlo con agrado para nutrirlo y compartirlo con nuestra entrega generosa.

Los amigos dan sentido a la vida ayudándonos a crecer como personas generosas. Ellos nos ayudan a practicar tantas virtudes que nos llevan a la plenitud de la vida. Por eso, el mismo Jesús eligió a sus colaboradores y dijo: “Yo no los llamo servidores,… sino amigos” (Jn 15, 9-17) porque en la amistad existe confianza y entrega e implica una reciprocidad que va más allá de un simple devolver favores o un mero cumplimiento de los compromisos. Es una opción de vida para las causas más nobles.

La base de toda relación humana parte de una amistad sincera y se plenifica cuando asumimos los grandes compromisos a los que llamamos vocación: matrimonial, religiosa, sacerdotal... Y cuando ésta entrega está centrada en la amistad sincera con Dios y las personas, esto produce abundantes frutos de alegría, servicio y entrega generosa. La amistad está por encima de mi querer y conveniencia, no se puede forzar ni tampoco inventar. La auténtica amistad es un misterio donde se encuentran personas capaces de entregarse y sostenerse, humanizando relaciones interpersonales y santificando la vida cotidiana independiente de la edad, sexo, condición social.

Cuando la amistad no es sana muchas veces lleva a las personas a la desorientación en la vida. Una sana amistad ennoblece a las personas, sostiene en los momentos críticos de la vida, ayudando a sobrellevar las cargas de la vida. Nos permite superar tantas situaciones cotidianas, que en soledad nos resultaría imposible. La amistad implica una elección libre y mutua. Ha de ser una muy buena elección a quiénes elijo como amigos, a que familias selecciono para compartir momentos gratos, porque son espacios que nos ayudará a formarnos profundamente para la vida.

Creo también, que cuando hablamos de “amistad”, es imposible olvidar al amigo por excelencia, JESÚS. Tener momentos privilegiados para estar en su presencia es fundamental y clave para nuestra vida. Cuando estamos sostenidos por Él nada nos podrá derribar. Es el amigo que nos regala paz y serenidad. Un momento con Él en la oración personal, en la adoración al Santísimo y en la Eucaristía, seguramente nos llenará mucho más de lo que nos imaginamos. Busca incansablemente esta amistad con Jesús, porque su presencia, te llenará de paz y amor.

P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino

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