15 de diciembre de 2009

Adviento, tiempo de gracia

El adviento es un tiempo especial de gracia para los cristianos. Es un momento para profundizar nuestra vida de oración y encuentro personal con Dios y poder dar la bienvenida al Señor en nuestras vidas. Es una nueva oportunidad para abrirnos a la gracia de la fe.

Mira, envío mi mensajero delante de ti, el que ha de preparar tu camino. Voz del que clama en el desierto. Preparen el camino del Señor, enderecen sus sendas (Mt 1,2-3). Así gritaba Juan el Bautista.

En este mundo tan materialista y consumista en que vivimos, tal vez la fe se fue entibiando a través del tiempo. Y esta etapa es una oportunidad para mirar la vida con los ojos de la esperanza como lo hizo la Virgen María. Por eso aun en medio de tantas situaciones de desalientos y desesperanzas, es bueno descubrir la presencia de Dios, que puede cambiar nuestra mirada hacia la vida y la manera de ser y hacer las cosas.

La espera no debe confundirse con la pasividad, que muchas veces es contraria al verdadero espíritu del adviento. Es una espera comprometida con la realidad. Una espera, en la cual yo soy partícipe activo para que se cumpla el plan Divino. En este sentido la Virgen María es un gran ejemplo para todos los cristianos. Esperaba con gran ilusión, en profunda comunión con su Dios y con una apertura total a la acción del Espíritu Santo en su vida.

También para nosotros el adviento generará un profundo gozo en la medida que seamos capaces de estar abiertos a la novedad de Dios en nuestras realidades cotidianas. Muchas veces no somos capaces de ver esta novedad porque estamos inmersos en cálculos y esquemas humanos, por lo que Dios tiene poco para hacer en nuestras vidas. Creo que la alegría espiritual será una realidad solo para aquellos que estén dispuestos a que Dios los sorprenda en sus vidas. Esto implica una profunda vida espiritual…

El tiempo de adviento también tiene un sentido profundamente comunitario. Es un tiempo en el cual hemos de despertar nuestros corazones a la esperanza para renovar nuestro mundo tan golpeado por tantas situaciones de pobreza, injusticia y falta de amor. Es un lapso en el cual he de pensar más allá de mi bienestar. Es un etapa de profunda solidaridad para con tantos hermanos necesitados y en el que el amor hacia el más humilde se manifiesta en gestos concretos de generosidad.

Como nos exhorta nuestra madre iglesia en Gaudium et spes en su número 39, a que aspiremos profundamente una “Tierra nueva y cielo nuevo”. Esta espera es la que nos moviliza… un tiempo de espera en el cual nos preparamos espiritualmente y aportamos todo nuestro esfuerzo para que esta “tierra nueva y cielo nuevo” sean una realidad para tantos hermanos que sufren en nuestra sociedad. Seguramente todo esto nos parecerá muy lejano y poco realista, pero sigamos aportando lo mejor de nosotros para que este sueño sea haga realidad…

Ojalá que en este tiempo podamos dar pasos concretos hacia el amor y la solidaridad, para que la alegría y el gozo de la venida del Señor sean plenas. Y que el Dios del amor haga multiplicar tantos esfuerzos nuestros en favor de una sociedad más justa y humana… para recibir al Señor en este año 2009 y poder “alabar y glorificar a Dios” – como lo hicieron los pastores cuando encontraron en la gruta de Belén a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en la pesebrera (Lc 2,12.19).

P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino

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