21 de diciembre de 2009

Ya se acerca la Navidad

Estamos próximos al gran acontecimiento del nacimiento del Señor. Es una venida que es motivo de alegría para toda la humanidad. Es un momento muy especial de gracias y bendiciones. Creo que para encontrar el verdadero sentido de esta Venida del Señor, hemos de vivir profundamente la alegría de ser cristianos. En este fin de año cuando seguramente estamos llenos de tantas ocupaciones y preocupaciones ojalá que nos anime las palabras de San Pablo que nos invita: “Estén siempre alegres, oren sin cesar y den gracias a Dios en toda ocasión; esta es, por voluntad de Dios, su vocación de cristianos” (1 Tes 5, 16- 18).

La fiesta de la navidad es una fiesta de la alegría y gozo. La venida y la presencia de Dios en nuestras vidas nos llena de alegría. Nos invita a centrar nuestras miradas al gran acontecimiento salvífico de la encarnación de Dios. Estamos celebrando la venida de un Dios que es capaz de llenarnos de esperanza en medio de tantas situaciones de desalientos de nuestra vida cotidiana. Es un acontecimiento único que nos llena de esperanza y moviliza a toda la humanidad.

Para que esta venida del Señor realmente nos llene es necesario que nos preparemos como personas y como comunidad. Porque este gran acontecimiento de la venida del Señor es mucho más que una simple celebración social y familiar. En la noche de la navidad estamos celebrando la llegada del Niño-Dios, que es nuestro Mesías. Su llegada debe encontrar un corazón abierto en cada uno de nosotros. Un corazón deseoso del encuentro con un Dios que nos pueda llenarnos de alegría, gozo y paz.

Implica que como personas y como comunidad nos preparemos para la segunda venida del Señor, dónde Él vendrá a reinar sobre nuestras realidades particulares haciéndose el Supremo Juez, que nos regalará un reino de justicia, paz y amor. En este tiempo cada bautizado hemos de dar pasos a través de nuestras actitudes y acciones para que haya mayor amor y justicia en nuestro entorno.

En este sentido es un tiempo de profunda solidaridad, especialmente con los más necesitados de nuestra sociedad. Ojalá que podamos asumir el reto como comunidad que no haya ninguna familia sin poder brindar en esta navidad y que desde nuestra solidaridad podamos brindar con tantas familias carenciadas de nuestra vecindad… como nos recuerda San Pablo en la carta a los Tesalonicenses, porque tuve sed y me distes de beber, porque tuve hambre y me distes de comer... que esta navidad se caracterice por un derroche de amor, misericordia y solidaridad en en medio de tanta crisis económica que vivimos.

Tantas veces nos llenamos nuestras vidas con demasiadas preocupaciones por las cosas materiales, cuando llega el fin de año. Dejemos de poner nuestro corazón en las cosas pasajeras y pensemos más en los bienes eternos. Que llenemos el corazón en los próximos días con este gozo de la venida del Señor: que sean tiempo de profunda oración… confianza en un Dios que nos viene a salvar… y no tenemos motivos para estar tristes.

Pensemos en los demás. Olvidemos en este tiempo de Adviento nuestro "pequeño mundo" y volvamos los ojos a los que nos necesitan, a los que nada tienen, a los que podemos hacer felices dándoles nuestra compañía, nuestro amor y apoyo, una palabra de ternura y aliento, una sonrisa... Siempre está en nuestra mano hacer dichoso a un semejante. Es la mejor manera de hacer presente a un Dios que es fuente de amor, misericordia y alegría plena…

Que Dios les bendiga a todos y que el niño de Belén llene sus corazones y sus hogares con su alegría y paz.

P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino

No hay comentarios.:

Publicar un comentario