4 de enero de 2010

El nuevo año ya ha llegado

Comenzar un nuevo año es una bendición y el regalo más grande que podamos recibir en la vida. Porque nos abre nuevas posibilidades, nos desafía a nacientes metas, nos embarca en innovadores proyectos. En este sentido estamos invitados a compartir el milagro de la vida. Muchas veces al inicio de un año nuevo, nos sumergimos en tantas corridas, que olvidamos lo esencial que es tomar consciencia con esperanza, de este regalo que nos ofrece la vida.

Al recibir un nuevo año, ojalá que no centremos la atención en tantas cosas que nos faltan, sino que podamos ver las bendiciones que Dios nos ofrece cada día de nuestra vida. Es fundamental que nos dejemos sorprender por Dios cada mañana, por tantas novedades que nos trae en los grandes y pequeños milagros de la vida: la familia, los hijos, el hogar, el trabajo, las plantas, el saludo de los amigos… son verdaderos prodigios que nos deben llenar de entusiasmo y fuerzas para seguir luchando en la vida. Son las personas y las cosas a través de las cuáles Dios nos ama y nos sorprende… solo basta dejar de lado tantos prejuicios, preconceptos, recuerdos dolorosos, que muchas veces nos alejan de las personas y hasta del mismo Dios… Al empezar este nuevo año el primer desafío es mirar la vida con ojos de esperanza y dejarnos sorprender por el Padre bueno.

Todos queremos crecer y realizarnos en la vida. Soñamos con una mejor calidad de vida. Y en esto es bueno no olvidarnos de una gran verdad: los grandes avances de la vida dependen de los pequeños detalles y cortos pasos que irás dando cada día. En este sentido al iniciar un nuevo año, es fundamental planificar nuevos proyectos y elaborar propósitos a mediano y largo plazo, pero esto sólo se cumplen en la medida en que cada uno pone lo mejor de sí en cada minuto y en cada día de su vida.

Al comenzar a transitar un nuevo año, es importante llenarnos de esperanza, ya que muchos tienden a perderla por los fracasos de la vida. La esperanza es una de las grandes virtudes teologales que nos invita a poner los ojos en las promesas de Dios. Es saber confiar plenamente en Él que nos llevará a superar las adversidades de la vida y quien hará todo para el bien de los que Él ama. Esta confianza en la Divina providencia, nos ayudará a alcanzar la plenitud de la vida en este nuevo año que empieza. Y allí radica la importancia de los momentos de silencio interior, oración, eucaristía… que experimentas a diario, para que Dios pueda llenarte de esperanza en medio de tantas situaciones adversas de la vida.

La esperanza cristiana no se reduce solamente a lo que podemos alcanzar cada uno como persona y como familia, sino también debe extenderse hacia los demás –a tantos hermanos nuestros que nos necesitan– de nuestro país y del mundo entero. Que cada uno de nosotros seamos motivo de esperanza para tantas personas de nuestro entorno que sufren injusticias, miserias etc.

Desde esta esperanza y confianza puesta en Dios, es posible lograr grandes cambios en nuestra vida personal y en nuestro entorno cotidiano, porque Dios cumple sus promesas en cada uno de nosotros. Ojalá que ésta esperanza cristiana nos impulse y movilice a trabajar más, aportando lo mejor de nuestros dones y capacidades para lograr un mundo mejor. Dicen que “lo último que se pierde es la esperanza”, porque si se ha perdido esta confianza del corazón, entonces no puede entregarse al cambio, se da por vencido, se declara muerto en vida. Por eso esta virtud es tan importante, porque te libera del desaliento, te mantiene interiormente vivo y en camino”.

Les deseo a todos un ¡¡¡muy feliz año nuevo 2010!!! Quiera Dios derramar su gracia para que fortalecidos por Él podamos crecer en santidad y así con nuestra entrega incondicional, agradarlo cada día más.

P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino

No hay comentarios.:

Publicar un comentario