16 de febrero de 2010

En manos de Dios

Poner todas las cosas en manos de Dios, ha de ser una constante en la vida de todos los bautizados. Si practicáramos este hermoso don de la fe, Dios llenará de gozo y felicidad nuestra vida cotidiana. En estos días en que nos preparamos para iniciar un nuevo año de trabajo después de las vacaciones, es bueno que iniciemos nuestras actividades poniéndolas en manos de Dios, sabiendo que Él nunca nos abandonará. La Palabra de Dios, en el libro de Jeremías nos ilumina: “Bendito el hombre que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto”. (Jer 17,5-8)

Muchas veces ponemos toda nuestra confianza y esperanza en otras personas. Obviamente personas a quienes conocemos y con quienes hemos compartido momentos importantes. A veces nos resulta más fácil confiar o depender de algo o alguien a quien se ve, que en Dios. Y la razón es que a Dios no lo vemos. Pero muchas veces nos hemos sentido decepcionados al no ser correspondidos en esta confianza. Seguramente toda persona, digna de nuestra confianza, no puede reemplazar nuestra fe y confianza en Dios. Hemos de poner a Dios como fundamento y base de todo lo que hacemos.

Nuestra vida ha de nutrirse permanentemente de esa corriente de gracia que nos llenará de esperanza. Nuestra experiencia de Dios ha de ser como un árbol que fructifica y reverdece constantemente. La confianza en Dios nos ayudará a superar nuestras limitaciones. A menudo lo que nos quita tantas posibilidades de crecer son nuestras propias actitudes y predisposición frente a los desafíos. A veces nos quedamos bloqueados frente a las realidades de la vida con la idea de: “esto no puedo", "eso nunca sucederá", "esto nunca cambiará", y un sin fin de expresiones que manifiesta nuestra negatividad y desconfianza. Quien pone en Dios su confianza podrá estar rodeado de muchas limitaciones, pero en lo que no estará limitado será en su capacidad de soñar con cosas mejores porque sabe que todo aquello que es imposible para él, posible es para Dios.

Quien ha caído en la negatividad frente a los obstáculos de su vida, queda paralizado en esa área y pierde la novedad de Dios en su vida. Tiene poco para esperar y pocas cosas lo animan. Es lo que quita el entusiasmo y motivación en la vida de muchas personas – tanto en los jóvenes como en los adultos. La fe nos ofrece confianza y nos llena de esperanza en un Dios que todo lo puede y que no hay nada imposible para Él.

En la medida que estemos unidos a Dios en la fe, habrá gracia abundante: serenidad, paz interior, crecimiento tanto en la vida personal como en la vida profesional. Es ahí donde podemos hablar de verdadero éxito. Este árbol no se fatigará con el calor del sol. Será fortalecido para soportar tantas adversidades de la vida cotidiana, sencillamente porque es capaz de poner toda la carga sobre el Señor. Es bueno preguntarnos cada tanto: ¿Cuál o quién es el fundamento de mi confianza? Es Dios o una persona. De eso depende nuestra alegría en la vida.

En el Señor nosotros esperamos, él es nuestra defensa y nuestro escudo; pues nuestro corazón se alegra en él y confiamos en su sagrado nombre. (Salmo 33,20-21.)

P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino

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