22 de junio de 2010

Ser padre, un compromiso de amor y entrega

Ser padre, un compromiso de amor y entrega. El domingo hemos celebrado el día del padre. Como sociedad es prioritario reflexionar entorno al don de la paternidad, especialmente en estos tiempos donde existen tantas confusiones al respecto. Cuando hablamos de este don tan preciado, en primer lugar hemos de echar una mirada a las familias modernas. Creo que frente a tantos desafíos que vivimos como sociedad hoy más que nunca es necesario y fundamental recuperar la figura paterna en nuestras familias cristianas.


La paternidad entendida como un don y la presencia real y efectiva del padre de familia ha de ser rescatada más que nunca para preservar y afianzar nuestras familias cristianas. En muchos hogares esta paternidad se ejerce de manera tan errónea, asumiendo el padre la función de ser meros proveedores materiales de la familia, sin involucrarse activamente con la misión tan importante que le compete. Pero para reflexionar en torno a la paternidad hemos de hacerlo desde nuestra fe como cristianos.

En primer lugar toda paternidad proviene de Dios. Es un llamado de Él a participar de la obra creadora, asumiendo la vocación divina de engendrar vida, aceptando todo lo que implica sostener esta vida tan preciada. En estos tiempos en que vivimos tantos ataques a la integridad de la familia ojalá podamos recuperar el verdadero sentido de la paternidad quien como cabeza de familia debe orientar y encaminar a todos sus miembros en el verdadero amor y entrega generosa.

El gran desafío sigue siendo la desvinculación del hogar como lugar de afecto, amor y contención. A menudo esta contención se vive más fuera del hogar que dentro y muchas veces lleva a la desintegración de la misma. No hay duda de que en esta contención afectiva, efectiva y espiritual el padre de familia juega un papel primordial. La creciente fractura entre paternidad y maternidad es uno de los mayores desafíos de la familia actual. En otras palabras; para todo hijo/a es un gran dolor enfrentarse con una paternidad y una maternidad ignotas, disociadas o confrontadas, en permanente conflicto.

Dicha situación es más grave todavía cuando, por distintos motivos, la sociedad que vive esta realidad acepta con toda “normalidad” estas anomalías y disfuncionalidades.
Esta fractura de lo conyugal quita de las familias la dimensión del ser varón o mujer, generando graves consecuencias. Varón y mujer, como padre y madre, son identidades que se complementan y no precisamente en su incomunicación, fractura o conflicto. A menudo estos desencuentros llevan a los hijos a grandes crisis afectivas que muchas veces derivan en el riesgo de confundir las identidades sexuales.

Sin centrar nuestra atención en las tantas debilidades y desafíos que vive la paternidad en la sociedad actual, es primordial que cada “padre” se comprometa a construir una sociedad donde se ejerza una paternidad responsable, clara y visible.

Ojalá que cada padre de familia esté presente en la vida del hogar: dando ejemplos concretos, amando y dejándose amar; para ser una imagen de entrega generosa con la que sus hijos puedan identificarse. Todo esto nos compromete a que realmente rescatemos el gran valor de “ser padre” creyendo que esto nos es una utopía sino que es posible una verdadera paternidad. Depende de cada uno pero sin olvidar de elevar nuestras oraciones para pedir al altísimo las gracias necesarias para ser perseverantes en este compromiso.

A quienes han asumido esta hermosa misión de ser padres, Felicidades y bendiciones.

P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino

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