24 de agosto de 2010

Catequesis, animadora de fe

Hace poco hemos celebrado el Día del Catequista. Y esto debe motivarnos para reflexionar sobre la necesidad de cultivar la fe en nuestros tiempos y la importancia de formar a los niños y jóvenes en la experiencia de fe.

La verdadera alegría de una persona depende de la fe que la sostiene y le permite mirar la vida poniendo toda su confianza en un Dios providente. Un Dios que siempre nos llena de esperanza, aún en medio de tantas adversidades que nos presenta la vida. En este sentido la fe se trata de una profunda experiencia y el anuncio de esta fe es una misión muy importante en nuestros tiempos.

A menudo la confundimos con ciertas prácticas de religiosidad, oraciones, peticiones, etc. Si bien es cierto que las oraciones nos ayudan a mantener viva la fe, ella está muy lejos de toda fórmula. Se trata de un estilo de vida según el plan y proyecto de Dios. Es la que da sentido a nuestra vida y nos anima a seguir en pos de un objetivo claro y noble. Es mucho más que simples ideologías, corrientes filosóficas, maneras de pensar y ver las cosas. Va más allá de todo tipo de rituales, ceremonias y celebraciones. Todo esto llega a tener verdadero sentido si está sustentada en una fe profunda y verdadera.

Como cristianos y bautizados tenemos la misión de anunciar y compartir nuestra fe. Cada padre/madre de familia es en este sentido un catequista para sus hijos y tiene la indelegable responsabilidad de guiarlos a una vida espiritual sostenible que tanta falta hace por ser uno de los aspectos más relegados en la actualidad. Creo que muchos de los problemas familiares, sociales y mundiales que vivimos tienen sus raíces en la falta de una fe auténtica.

La fe tiene que ver con una experiencia real y cotidiana de Dios. Donde la razón de nuestro ser y obrar está orientada por Dios, comienza en Dios y se proyecta hacia Él.

Desde esta mirada cambia el sentido de lo que vivimos. El sufrimiento tiene una razón de ser y cobra un nuevo sentido, porque nos acerca a la cruz de Cristo que nos redime. Las alegrías son los preanuncios del gozo eterno. La muerte es un paso hacia la vida eterna. Es en este marco donde los momentos de oración son tomas de conciencia de nuestra identidad como seres humanos en comunión con nuestro Dios y las celebraciones son verdaderos encuentros con nuestro hermano y el Todopoderoso.

De allí que la misión del catequista es hacer conocer la verdad de Cristo; esa que da un sentido distinto a la vida. Porque nos lleva a una nueva relación con nuestros hermanos y a una experiencia profunda de Dios que se traduce en obras concretas de amor, perdón, misericordia, solidaridad…

Es compartir lo que hemos oído, creído y vivido desde la Palabra de Dios a las generaciones más jóvenes para que se formen en un estilo de vida centrada en Él y en los valores del Evangelio. Es enseñarles a poner a Dios en primer lugar, por sobre todas las cosas y al ser humano, como un hermano al que debo amar y servir.

Ojalá podamos tener una experiencia viva de Dios que nos llene de gozo y haga vibrar de esa paz y alegría que no tienen fin.

Los animo a todos a que hablen y compartan la experiencia de Dios, haciendo posible que nuestros niños y jóvenes conozcan y se encuentren con el Dios de la vida y del amor. No es tarea fácil en un mundo calculador y egoísta, pero es misión tuya y mía ser anunciadores de su mensaje de amor, porque vale la pena.

P. Juan Rajimon

Misionero del Verbo Divino

No hay comentarios.:

Publicar un comentario