3 de agosto de 2010

Sacerdocio, entrega y servicio

Entorno a la fiesta de San Juan María Vianney, comúnmente conocido como el Santo Cura de Ars, que se recuerda el 4 de agosto, se celebra el Día del Párroco. Es un momento oportuno para reflexionar sobre el sacerdocio desde el ejemplo de entrega y testimonio de aquél hombre tan recordado por su dedicación a la fe del pueblo. A partir de tan noble testificación, quisiera considerar algunos aspectos fundamentales del sacerdocio que, sin duda, serán también importantes para la vida de todo cristiano y bautizado.


El sacerdocio está fundado en el sacrificio de Cristo que entregó su vida como una ofrenda personal a Dios por la salvación de toda la humanidad. Esta donación fue un acto personal, espiritual y perfecto. Tiene una eficacia absoluta sobre las conciencias, sobre todos los que participamos dignamente en esta ofrenda.

Cristo es, al mismo tiempo, el oferente y la ofrenda, el sacerdote y la víctima. La verdadera razón del sacerdocio en la sociedad actual donde hay tantas propuestas materialistas es la imitación plena a la misma persona de Cristo. Cristo es el Sacerdote perfecto que nos da el ejemplo y tenemos la misión de imitarlo y buscar este camino de perfección en medio de tantas situaciones que son parte de nuestras vidas.

En el sacerdocio de Cristo encontramos dos aspectos de la caridad: amor filial a Dios y amor fraterno a los hombres, vivido lleno de la fuerza del Espíritu Santo. Es el aspecto que debe reinar en la vida de todos los bautizados en su triple ministerio de ser profeta, sacerdote y rey. Este compromiso de fidelidad es aun más fuerte y pleno en el ministerio sacerdotal. Pero solamente podemos ser obedientes cuando le damos cabida al Espíritu Santo en nuestras vidas.

Así como dice la misma palabra, el sacerdocio es un don de Dios para el pueblo. Y todos participamos en el sacerdocio de Cristo por nuestro bautismo. Por eso nos dice San Pedro: “Ustedes son una raza elegida, un reino de sacerdotes, una nación consagrada, un pueblo que Dios hizo suyo para proclamar sus maravillas” (1 Pe 2,9). Desde el sacerdocio común de los fieles por el cual todos estamos llamados a la perfección de la santidad. Y ella se logra a través de la oración, la entrega generosa y el testimonio vivo de la fe; lo que tanto se necesita en nuestros tiempos. Participamos en la misión profética de Cristo, dando testimonio de Él con su vida de fe y de amor. Y cada vez que apostamos por la verdad y la justicia desde la fe, estamos participando en el sacerdocio de Cristo. Como cristianos participamos en la Realeza de Cristo en el servicio generoso a sus hermanos, sobre todo en los más pobres y necesitados.

Y así vamos camino a la santidad en la medida en que estemos abiertos a la acción del Espíritu Santo. Pero todo esto implica una vida de oración profunda para buscar la voluntad de Dios en todo momento de nuestras vidas para ser una verdadera ofrenda a Dios y a nuestros hermanos hasta que lleguemos a ser transformados plenamente por Aquél que es el autor del “sacrificio perfecto”: Jesús. Es la misión de todo sacerdote y todo bautizado, dejarse transformar por el misterio de la fe en Jesucristo.

Debe consistir en la transformación de la existencia misma; en un vivir obedientes a Dios y generosos en la donación a los hermanos. Vida cristiana y el ministerio sacerdotal son un sacrificio y una ofrenda agradable a Dios si estamos abiertos a su voluntad.

Que el ejemplo de Santo Cura de Ars nos anime y fortalezca para seguir al mismo Cristo Sacerdote en nuestra vida cristiana como bautizados

P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino

No hay comentarios.:

Publicar un comentario