28 de septiembre de 2010

Abramos nuestro corazón a Dios

El próximo 30 de septiembre celebramos la fiesta de San Jerónimo, quien tradujo la Biblia al lenguaje popular. Es el patrono de los biblistas y traductores. Y es en el marco de la fiesta de este gran santo, que dedicó gran parte de su vida para que las riquezas de la Palabra de Dios llegue al corazón de muchas personas, que los invito a reflexionar sobre la importancia de la Palabra de Dios en nuestra vida cotidiana.

Ella es la puerta que nos abre al gran misterio de Dios, la que alienta nuestra fe como cristianos. Porque no son palabras vacías, sino palabras que tienen la fuerza del Espíritu y transformadora de corazones. Son palabras que expresan el actuar de Dios en la historia del pueblo. Cada vez que nos acercamos a esa Palabra, Jesús nos invita a pensar, sentir y vivir como Él mismo lo hizo. Y por supuesto eso transforma a las personas.

La Palabra de Dios es la guía segura para la vida del cristiano. Por eso en el Evangelio de Mateo, Jesús nos dice: “El que escucha mi Palabra y la práctica es como un hombre inteligente que edificó su casa sobre la roca. Cayó la lluvia a torrente, sopló el viento huracanado contra la casa, pero la casa no se derrumbó porque tenía los cimientos sobre la roca” (Mt. 7, 24-25). La lectura diaria y la meditación de la Palabra de Dios es un camino seguro para construir nuestros proyectos sobre bases seguras y firmes de la fe. Son los valores del Evangelio los que nos sostienen, especialmente en los momentos difíciles de nuestra vida.

Es allí donde encontramos respuestas a muchas de nuestras preguntas y dudas sobre la fe. La Palabra nos ayuda a mirar la vida con los ojos de la fe, lo que genera un gran cambio en la vida de quienes la leen con regularidad. Muchas de las personas que meditan la Palabra de Dios de manera constante han descubierto grandes cambios en su manera de ver y hacer las cosas. Logra transformar muchas situaciones de tristezas y desánimos en alegría y esperanza.

Todos sabemos y es indiscutible la verdad que contiene la Palabra de Dios. Sin embargo, lo que siempre nos mantiene lejos de ella es esa pereza o resistencia para dar ese paso que nos permitirá meternos en la dinámica de la lectura y la meditación de la Palabra. Creo que es fundamental esta decisión para iniciarnos en el hermoso hábito de leer y meditar, al menos un texto bíblico por día en el hogar. Sin duda, esa práctica será una gran ayuda para nuestra vida espiritual personal y familiar.

Los textos del Antiguo Testamento y del Evangelio nos llenarán de esperanza. Los Salmos serán palabras de aliento en los momentos difíciles de la vida, así como el pueblo de Israel en el desierto, en sus momentos de soledad, pobreza y desesperanza. Por supuesto que además su lectura nos enseñará a alabar a Dios en nuestras alegrías. Es un camino de encuentro con el Dios de la vida que camina al lado de su pueblo.

En la Palabra descubriremos la voluntad de Dios para nuestras vidas. Nos ayudará a asumir las realidades cotidianas con fe y esperanza, así como nuestra Madre María, llenándonos de esa fortaleza para decir como ella: “Que se cumpla en mí, tu voluntad”.

Que la fiesta de San Jerónimo nos ayude a profundizar la Palabra de Dios, a leer, meditar y vivir según sus designios. Que seamos la Palabra encarnada en cada gesto, actitud y palabra de amor hacia nuestros hermanos. No dudemos que el tiempo dado para la Palabra en nuestra vida, nos traerá grandes cambios y bendiciones, siendo personas fortalecidas en el amor y la esperanza que tanto necesitamos en nuestros tiempos.

P. Juan Rajimon

Misionero del Verbo Divino

No hay comentarios.:

Publicar un comentario