5 de octubre de 2010

El poder del Santo Rosario

Si bien todo el año es necesario rezar el Santo Rosario, con el inicio de octubre los cristianos dedicamos de manera muy especial este tiempo al rezo de esta oración que es un signo de amor y obediencia a María. Porque conviene saber que el Rosario no es el fruto de una idea que se le ocurrió a alguna persona santa, es nada menos que la oración revelada por la Virgen María. La Santa Iglesia recibió el Rosario en su forma actual en 1214 de una forma milagrosa: cuando Nuestra Señora se apareciera a Santo Domingo de Guzmán y se lo entregara como un arma poderosa para la conversión de los pecadores.

Desde entonces su devoción se extendió con mucha rapidez por todo el mundo con milagrosos resultados.

No hay duda de que por María llegamos a su hijo Jesús. Porque como afirmó San Bernardo: “Quiso Dios que no alcanzáramos ninguna gracia que no pasase por las manos de la Gloriosa María”. Y por el Rosario, las manos maternales de María Santísima, recoge nuestras súplicas y las lleva presurosa a presentarlas desde su Inmaculado Corazón ante el Altísimo para obtener para nosotros las gracias y favores que necesitamos para la vida.

Ella nos invita a rezar esta santa oración, ya que nos eleva por encima de toda dificultad y nos protege de todo peligro, acercándonos con rapidez a Dios, porque crecemos interiormente.

El Rosario está compuesto de dos elementos: oración mental y oración verbal. La oración mental no es otra cosa que la meditación sobre los principales misterios o hechos de la vida, muerte y gloria de Jesucristo y de su Santísima Madre. Estos cuatro misterios se han dividido en cuatro grupos: Gozosos, Luminosos, Dolorosos y Gloriosos.

La oración verbal consiste en recitar veinte decenas (rosario completo) mientras meditamos sobre sus misterios.

Tal vez la repetición de oraciones a muchas personas les haga pensar que su rezo es aburrido por repetir tantas veces lo mismo. Sin embargo, David, el hombre de más alta y sentida oración, repite muchas veces sus ideas y las mismas frases en los salmos.

Jesús, el Eterno Sacerdote, en el Huerto de los Olivos, repitió las mismas palabras varias veces al Eterno Padre Bueno.

Y esta realidad, la repetición de las oraciones, fue una costumbre que siempre existió y existe en la vida de oración de la Iglesia.

Y así el hombre, con el Rosario, posee una larga cadena formada por innumerables eslabones elaborados por padrenuestros, avemarías y glorias y por meditaciones sobre la vida de Jesús y de María, y que será más sólida y segura cuantas más oraciones existan ya que lo une a Dios de una manera fuerte y permanente. Porque los beneficios que obtenemos por el rezo del Rosario son muchos. Nos otorga gradualmente un conocimiento completo de Jesucristo. Purifica nuestras almas, lavando nuestras culpas. Nos da la victoria sobre nuestros enemigos. Nos facilita practicar la virtud. Nos enciende el amor a Nuestro Señor. Nos enriquece con gracias y méritos.

Dice Santa Teresita del Niño Jesús: “Con el Rosario se puede alcanzar todo. Es una larga cadena que une el cielo con la tierra, uno de cuyos extremos está en nuestras manos y el otro en las de la Santísima Virgen. Mientras el Rosario sea rezado, Dios no puede abandonar al mundo, pues esta oración es muy poderosa sobre Su Corazón”.

Quiera Dios, que por medio de la oración del Rosario, aprendamos a dejarlo todo en manos del Señor, sabiendo que sólo de Él recibimos la gracia de la sabiduría, el esclarecimiento, la verdad que nos permite tomar las mejores decisiones, las más acertadas, las que nos aseguran una vida llena de paz en toda circunstancia de la vida.

P. Juan Rajimon

Misionero del Verbo Divino

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