14 de septiembre de 2010

La Cruz, signo del cristiano

No hay duda de que uno de los signos que más nos representa como cristianos es la misma Cruz. Y es muy común que la llevemos puesta, como la presencia viva de Cristo en nuestra vida. En el marco de la fiesta de la Exaltación de la Cruz, que celebraremos próximamente, los invito a reflexionar sobre la importancia y el verdadero sentido de las cruces que marcan nuestra vida.

En la cruz de Cristo, encontramos el verdadero sentido y la respuesta justa para nuestras cruces. La celebración de la fiesta de la Exaltación de la Cruz, nos recuerda el inmenso amor de Cristo por cada uno de nosotros y nos permite reconocer que la cruz de Jesús es el camino de nuestra salvación, la que nos ayuda a superar las innumerables cruces de nuestra vida cotidiana. Es la certeza plena de la esperanza en la resurrección que es inminente.

La cruz nos recuerda que el sufrimiento es pasajero y parte de nuestra vida cotidiana. Y la mejor manera de enfrentar nuestras cruces es asumiéndolas, no porque es la única alternativa, sino porque aceptamos que el dolor y el sufrimiento es parte de la vida. Es el camino de la salvación que Jesús nos enseña.

La mayoría de las personas nos quejamos de las cruces que debemos cargar. Casi siempre pensamos que la nuestra es más grande que la de los demás. Es necesario saber que todos tenemos nuestras cruces, algunas más pesadas y otras más livianas; algunas las debemos cargar un tiempo muy corto y otras por un tiempo más largo.

Es nuestra realidad cuando nos toca enfrentar enfermedades, pérdida de los seres queridos, dificultades en el trabajo, falta de entendimiento en la familia, etcétera. Sabemos que nuestras cruces no son como un par de zapatos o una ropa que podemos elegir a medida. Pero tengamos la certeza que Dios solamente nos regala las cruces que seremos capaces de cargar en nuestra vida.
La mejor manera de asumir nuestras cruces es imitando la actitud de Jesús. Frente a la traición del amigo Judas, la negación de Pedro, el abandono de los amigos, las burlas de los soldados, el rechazo del propio pueblo, Él supo ponerse en oración y seguir adelante con plena confianza en el Padre Bueno: “Padre quita este cáliz de mí, pero que se cumpla tu voluntad y no la mía”.
Es la señal de abandono total en manos de un Dios que siempre está a nuestro lado para darnos una mano y sostenernos en los momentos difíciles.

Seguramente nadie está preparado para asumir las cruces que nos toca enfrentar en la vida: ellas se presentan en el momento menos esperado y de la manera más sorpresiva. Uno de los primeros pasos para asumir las cruces de la vida y enfrentarlas con serenidad, es la fe en Dios y, como la Madre María, escuchar la voz del ángel y decir “que se cumpla tu voluntad en mí”.

A menudo solemos hacer comparaciones entre nuestras cruces y la de los demás. Pero esta comparación sólo nos lleva a la angustia y la tristeza. Además es común preguntarnos: ¿por qué a mí? Y en esto creo debemos preguntarnos: ¿para qué Dios me está dando esta cruz? ¿Cuál es el plan que Él tiene para mí en esta cruz? Seguramente habrá un plan de salvación y un proyecto de felicidad detrás de estas cruces. Es clave frente a las cruces cotidianas no perder la esperanza, sino preguntarnos cuál es el plan de Dios en nuestras cruces.

A todos aquellos a quienes les toca algún tipo de cruces en esta vida, ojalá que la puedan cargar con la convicción de que Dios nunca estará lejos de nosotros y con la confianza de que Él es el camino de nuestra redención. A todos aquellos que tengan que cargar con algún tipo cruz en la vida, los animo a que la lleven desde la fe y confianza en un Dios que ama profundamente y no nos deja solos, está a nuestro lado para fortalecernos.

P. Juan Rajimon

Misionero del Verbo Divino

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