17 de mayo de 2011

Valorar la familia

Sin duda vivimos en un mundo de permanentes cambios, muchos de los cuales son beneficiosos, pero algunos de ellos afectan negativamente sobre el desarrollo humano. Por eso les invito a que reflexionemos sobre el valor y la misión de la familia. Especialmente en estos tiempos modernos, donde nos encontramos con tantos cambios en los modelos de familias y donde todo está aparentemente permitido. En primer lugar, la familia tiene la misión de ser la institución que contiene, educa y forma integralmente a la persona humana y es la base de todas las instituciones de nuestra sociedad.

La familia es un espacio de compartir afecto y espacio apropiado para un diálogo sincero. La persona con quien se comparte diariamente es la mejor amiga, es quien sostiene a la otra persona en todos los momentos de la vida. Es un lugar de contención donde la persona se llena de los sentimientos de arraigo y seguridad, elevando su autoestima y haciendo que sea una persona plena en la vida. 

Así como cada familia es un lugar de vivencia, de amor y afecto sincero, también es un lugar de pequeños y grandes conflictos. Porque la base de cada familia se conforma de dos personas de distintas historias, educación, forma de pensar y ser que hacen que la convivencia sea un verdadero desafío. Y obviamente la gran virtud que sostiene a la familia en los momentos de conflicto es el diálogo sincero y la paciencia generando comprensión frente a las diferencias. 
El diálogo en la familia, ayuda a conocer a la otra persona, sus sueños, maneras de ver la realidad y así se va acomodando y conformando el sueño y plan de una familia y no dos proyectos que compiten toda una vida. Un diálogo que ayude a escuchar al otro y a soñar juntos. Un diálogo que permita compartir lo más profundo de cada ser humano. 

Los hijos son la alegría y esperanza de los padres. Hoy más que nunca necesitamos matrimonios que digan: ¡Sí! a la vida, superando toda propuesta egoísta y haciendo que el sacrificio, la lucha y la entrega generosa en favor de los hijos haga pleno el amor conyugal. Ayude a superar todo egoísmo. 

Como nos enseña el catecismo de la Iglesia, la familia es la comunidad en la que, desde la infancia, se pueden aprender los valores morales y donde se comienza a honrar a Dios, y hacer un correcto uso de la libertad. De allí la indefectible necesidad de inculcar desde pequeño los límites y las pautas morales que nos rigen las que sin duda son imprescindibles para una sana y armoniosa convivencia social. Es el lugar donde cada niño y joven aprende los grandes valores de la vida desde la legítima autoridad de padre y madre de familia.

La familia es además el lugar de una profunda experiencia de Dios. Es ahí donde cada niño y joven aprende a rezar y creer en un Dios que nos ama profundamente. Es en este ámbito donde cada miembro recibe la misión “de custodiar, revelar y comunicar el amor, como reflejo vivo y participación real del amor de Dios por la humanidad…” (Juan Pablo II, “Familiaris Consortio” n. 17). Es una comunidad que busca vivir según el Evangelio, rezando y amando desde la experiencia de fe en Cristo, en la fe y la esperanza que nos sostienen en los momentos difíciles. Y aun en medio de tantas situaciones de desesperanza, la familia es el sostén para vivir y transmitir la fe que madura en el amor y lleva a la esperanza.

Como sociedad muchas veces se nos presenta un ideal de familia, que se ha de construir con el esfuerzo de todos los días. Es un arte que se va haciendo realidad con el correr de los años. Es un proyecto que va tomando cuerpo en la convivencia de cada día. Creo que lo fundamental es no quedarnos buscando la familia ideal que cada uno soñaría tener, sino vivir la familia que Dios nos ha regalado a cada uno, con sus fortalezas y sus debilidades. 

Que la Sagrada familia de Nazaret bendiga a todas nuestras familias.

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