5 de julio de 2011

Ser libres de verdad

Estamos próximos a celebrar la fiesta de la independencia de nuestra patria. Conmemoramos aquel 9 de julio de 1816 cuando se declaró finalmente la independencia de la Nación, hecho que fue concretado en la Declaración del Congreso de Tucumán. 

Aquel día que marcó la historia de este suelo que habitamos, es una magnífica oportunidad para reflexionar sobre la verdadera libertad. Porque ella es uno de los valores que dignifica al ser humano y lo asemeja a la imagen de Dios como personas como nos dice en la misma Palabra de Dios en el Génesis 1, 27: “Dios nos creó a su Imagen y Semejanza”. Por eso nos ha dotado de la capacidad para pensar, para elegir, para tomar nuestras propias decisiones, para amar a otras personas, para crear y hacer cosas nuevas. Es así que vamos construyendo nuestra libertad a la imagen y semejanza de Dios en la entrega generosa. 
La libertad siempre va de la mano con la responsabilidad, ya que desde nuestra libertad incondicional somos responsables de nuestros propios hermanos y de nuestra hermosa naturaleza que Dios nos ha regalado. Desde ahí nos invita en esta fiesta patria a gozar juntos, una libertad que implica el respeto mutuo entre personas que hace que nuestra convivencia sea una alegría como Nación. Estamos invitados a ser libres para actuar con responsabilidad con respeto y trabajar por el bien común. 

Muchas veces cuando hablamos de “libertad” pensamos en la liberación de las leyes y normas que regulan nuestra convivencia. A diferencia del libertinaje, la “verdadera libertad” nace de la consciencia colectiva de lograr el bien común. Es ir más allá de la ley, basándonos en el amor sincero y hacer realidad las palabras de San Agustín. “Ama y haz lo que quieras. Porque si es el Amor el que guía tu vida, realizarás grandes empresas”.  Estamos invitados a ser libres para dar generosamente, para amar la vida. 

La libertad y la independencia no es un hecho histórico, sino que es una condición espiritual y comunitaria que se va construyendo día a día con el compromiso de todos y cada uno de los miembros de la sociedad. Este sentimiento se va afianzando en la medida que crecemos en el espíritu de una nación libre y responsable de su destino, donde haya políticas claras que orienten el futuro de nuestra patria, donde haya un amor sincero y opción solidaria hacia los más pobres y carenciados, una propuesta de trabajo digno para tantos jóvenes deseosos de ingresar al mundo del trabajo… 

En el marco de la fiesta patria que estamos celebrando, la libertad debe ser una exigencia interior para cada uno de nosotros. La verdadera libertad nos moviliza hacia el servicio  y el amor. Es una condición espiritual que nos orienta hacia el bien. Una libertad que esté por encima del mero cumplimiento de la ley. Es vivir según el espíritu que es la consciencia que nos mueve hacia la verdad y el bien. Como nos dice San Pablo “donde hay Espíritu del Señor hay libertad” (2Cor 3,18). La moral, de esta forma, no sólo nos ayuda a sentirnos salvados por Cristo, sino que descubre a cada uno la altura de su nivel espiritual.

Finalmente, desde una mirada de fe, nuestra libertad es un camino hacia la verdadera libertad que adquirimos en la salvación. Es lograr alcanzar la plenitud de lo que es cada uno como persona y el conjunto como sociedad. Ojalá que podamos caminar hacia la verdadera libertad: que se basa en el respeto, en el amor, en la búsqueda permanente de la verdad y del bien. Si lo intentamos nos daremos cuenta qué bien nos sentimos y cuanto bien le hacemos a nuestra patria.

P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino

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