9 de agosto de 2011

La rectitud en el don del Gobierno

Qué hermosa reflexión leí días pasado, cuando el papa Benedicto XVI destacaba la figura del Rey Salomón en el Antiguo Testamento, remarcando la importancia de tener como gobernantes hombres que centran su vida en Dios. Y sin duda, el arte de gobernar se plasma en el accionar de aquellos hombres que buscan la ayuda del Altísimo. En estos días próximos a las elecciones, cuando tenemos la enorme responsabilidad de elegir a los futuros mandatarios de nuestra patria, los invito a reflexionar sobre algunos aspectos importantes de la fe, en el arte de gobernar. 
Uno de los valores que destaca el Santo Padre desde la Palabra para aquellos que tienen la responsabilidad de conducir los destinos de un pueblo, es el mismo pedido que Salomón hizo a Dios: “Concede, pues, a tu siervo un corazón atento para juzgar a tu pueblo y discernir entre el bien y el mal” (1Rey 3, 9). Efectivamente esta confianza en el Padre Bueno fue una de las causas del gran éxito de Salomón: el buen discernimiento y el recto juicio. Hoy más que nunca necesitamos gobernantes que sean capaces de superar los intereses personales y partidarios para mirar las necesidades del pueblo,  realizando un buen discernimiento en su acto de gobernar. Y que con una conciencia sincera y recta, puedan discernir entre el bien y el mal. 

Otro de las cualidades que debe caracterizar a un buen gobernante, es un corazón atento. A menudo el electorado se ve bombardeado y saturado con los proyectos, planes y programas que se elaboran en los escritorios de los candidatos y sus asesores en los que, sin embargo, se tiene  poco en cuenta la necesidad real del ser humano, esa persona que está detrás de cada papel o ley que se promulga. Ojalá que tengamos gobernantes con un corazón atento a las necesidades de los más necesitados de nuestra patria, aquellos que no tienen voz para hacerse escuchar y nadie que los defienda. Quiera Dios que nuestros dirigentes tengan un corazón atento a la verdad y el bien común para que los lleve a tomar decisiones en favor de la justicia, la paz y el desarrollo de la comunidad, de la provincia y del país todo. 

Muchas veces este aspecto del bien común, se encuentra confundido y hasta anulado en el ámbito social y político de nuestra sociedad. El bien común debe ser el bien de la comunidad. Para alcanzar el anhelado bien común, entre las distintas partes que integran la comunidad, le corresponde al gobernante la sublime tarea de lograr unir tantas divergencias, arbitrando los medios para armonizar conflictos y diferencia de intereses y bregando así por una patria más justa y de oportunidades para todos. Es necesario y fundamental olvidarse del propio provecho, en favor de las necesidades de la comunidad. 

Pero… esta rectitud de conciencia y el buen juicio no es tarea y responsabilidad solamente de los gobernantes, sino de cada ciudadano responsable de generar una vida de comunidad más armoniosa. Que cada habitante sea capaz de reconocer el bien común y pueda trabajar por él, cediendo los intereses personales y tratando de contribuir en la construcción de una sociedad más justa y más equitativa. El buen juicio y una conciencia recta permitirá superar tantas pérdidas de esfuerzos y energías que se agotan en las críticas innecesarias y nos conducirá a una mayor comunión. Que desde la rectitud de corazón y una real comprensión de las necesidades mutuas, podamos lograr una patria que busca la verdad y el bien de todos sus habitantes, haciendo de nuestra Argentina un país para todos.
 
P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino

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