13 de septiembre de 2011

Ser maestros, ¡una vocación de amor!

El domingo pasado hemos celebrado el Día del Maestro y lo recordamos junto a aquellas personas que entregan sus vidas para la formación de nuestros niños y jóvenes, que son el futuro de nuestra sociedad. Es una oportunidad para reflexionar sobre nuestra realidad educativa frente a tantas situaciones nuevas que presenta la escuela actual.

Hoy, la tarea de educar no es nada sencilla, dado que el niño, el joven vive en una sociedad cibernética donde la información está al alcance de todos y en forma extralimitada. Por eso, creo más que nunca, es necesario contar con personas que puedan orientar correctamente a nuestros niños y jóvenes para que puedan procesar esta información y formarse como ciudadanos responsables de nuestra sociedad.
Además un gran desafío deben enfrentar tanto la escuela como los docentes por la gran responsabilidad que les compete, la de educar en medio de una sociedad bastante turbulenta e incierta. Los docentes de hoy además de enseñar debe cumplir la función de cuidar y contener afectivamente a los niños y jóvenes, acompañar a las familias, organizar la comunidad escolar, detectar tantas problemáticas de la niñez y la juventud para luego acompañarlos en su proceso de recuperación. Todo esto exige profesionales altamente competentes para responder a estas demandas que exige nuestra sociedad.

El maestro de hoy no solo es un simple transmisor de cultura, sino que debe manejar cuestiones de psicología, del derecho, de asistencia social, etc. y cada vez más notamos un gran cambio en la relación docente-alumno. La realidad de hoy hace que la escuela deba atender mucho más cosas, ya que la sociedad es muy exigente y la familia muchas veces no alcanza a responder tantas demandas del desarrollo integral de los niños y jóvenes.

Muchas veces, cuando deliberamos sobre la formación integral de los niños y jóvenes, tratamos de buscar quién es el responsable de los desafíos de la educación actual. Los docentes muchas veces no se encuentran preparados para tanta demanda, la sociedad a su vez carga numerosas cuestiones sobre la escuela a las que no es posible dar respuesta. Toda esta realidad nos interpela hoy más que nunca, y nos convoca a un diálogo sincero y creativo entre la escuela y la familia para que cada uno asuma plenamente el rol que le compete y se comprometa a cumplirlo; sólo así la formación de nuestros educandos será una cuestión resuelta.

La tarea, pero más que nada, la vocación de ser educador en el mundo actual es realmente una tarea humanizante y espiritual. La escuela es el mejor ámbito para humanizar a través de la cultura y la verdadera humanización incluye la dimensión espiritual y el llamado de Dios. Ojalá que como sociedad podamos revalorizar esta función tan importante de la docencia y todos aquellos que ejercen esta vocación con tanto amor y entrega puedan seguir al Gran Maestro Jesús, quien dio su vida por los demás.

Que su ejemplo nos anime a superar las adversidades que se presentan en la sociedad actual y, como decía la Madre Teresa, “que podamos dar hasta que duela” por el bien de nuestros niños y jóvenes. 

Y como sociedad, ojalá sepamos valorar esta vocación de servicio y la importancia que tiene la educación en la formación de nuestros futuros ciudadanos. A todos los maestros 

¡Felicitaciones! por haber elegido esta vocación tan noble. ¡Que Dios los bendiga!

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