29 de noviembre de 2011

El valor de la espera

Vivimos en un mundo donde el “boom” de la tecnología y los medios de la comunicación nos han hecho perder el sentido y el valor de la espera. Lo que necesitamos ya lo tenemos con mucha facilidad. El encuentro con un ser querido en otra parte del mundo es posible a través de las redes sociales. Son tantas las formas de estar conectados y comunicados, de tener lo que precisamos en el momento justo desde cualquier parte del mundo, que la espera ha perdido su valor e importancia. 

En este tiempo de Adviento quisiera reflexionar sobre la importancia del gran valor de la paciencia y la espera que nos ayuda como personas y como cristianos. Aunque los medios de comunicación funcionan a gran velocidad, en la vida real nos damos cuenta de que cada cosa requiere de una espera paciente; la formación de los niños y jóvenes, el crecimiento de los hijos, el propio crecimiento y madurez personal, el fortalecimiento de las relaciones interpersonales, etc. Estos espacios donde uno espera grandes cambios milagrosos nos llevan siempre al desánimo, ya que no estamos dispuestos a dar el tiempo necesario para los procesos de maduración de cada ser humano. 

Sin duda, el tiempo de Adviento nos invita a vivir a la plenitud el valor de la espera. Es un momento en el cual estamos invitados a confiar firmemente en un Dios que nos ama incondicionalmente y acomoda las cosas para nuestro bien a su debido tiempo. Así como el pueblo tuvo que orar y esperar con paciencia muchos siglos para la venida del Salvador, también nosotros estamos invitados a orar y esperar para que los acontecimientos salvíficos sucedan en nuestra vida personal y de nuestra sociedad. 

En este tiempo de Adviento la Palabra de Dios nos anima y nos llena de esperanza diciendo: ¡El Señor viene, y viene a salvarnos! No siempre es fácil aceptar este mensaje cuando vivimos en un mundo lleno de necesidades reales y cotidianas. Para que podamos comprender este mensaje de esperanza hemos de mirar la vida con los ojos de la fe. Y este tiempo de Adviento es especial para afianzar nuestra vida de fe a través de la oración, lectura de la Palabra y la contemplación de las bendiciones de Dios en la vida. 

La espera del Adviento no se trata de esperar y confiar sólo en las frágiles promesas humanas, sino de confiar firmemente en un Dios que nos ama con tantas bendiciones y hace multiplicar y fructificar nuestros esfuerzos para bien de toda la humanidad. En este sentido es un Dios que hace maravillas con nuestras capacidades y dones. Él hace posible que superemos nuestras fragilidades y que vivamos la paz que tanto necesitamos en nuestra vida cotidiana. 

Ojala que el Adviento de este año sea algo distinto para todos y poder así vivir profundamente el gran misterio de la espera con una vida espiritual marcada por la oración en familia, una participación más asidua en la Eucaristía y una espera de transformación interior para recibir a Jesús en esta fiesta de Navidad. 

Que las cuatro semanas de Adviento sean un tiempo para iluminar nuestras vidas con la luz de Cristo para disipar tantas tinieblas de nuestra vida. Es una invitación para ofrecer nuestras llamitas de fe a tantos seres queridos que necesitan ser iluminados: con el amor, entrega generosa y servicio desinteresado.  

Que sea un momento especial para vivir la espera paciente de tantos acontecimientos en nuestra persona no sólo con nuestros esfuerzos personales, sino con la gracia Divina. Es un tiempo para que dejemos el lugar que corresponde a Dios para que Jesús pueda encarnar en nuestras vidas y que seamos personas que viva Su Palabra y Su amor.

Que Dios que es amor haga realidad sus promesas en la vida de cada uno, en estas próximas fiestas navideñas

P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino

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