Ya estamos llegando al fin de un nuevo año y los
preparativos navideños nos tienen bastante ocupados. Un buen cierre de
las actividades del año, las cenas y festejos de fin de año, los regalos
navideños, los preparativos para uno días de vacaciones cerca o lejos,
etc., nos mantiene sumamente ocupados en este tiempo. Obviamente hay
muchos motivos para agradecer a Dios y es bueno reconocer las
bendiciones recibidas de sus manos y celebrar este hermoso regalo de la
vida.
Pero también nos damos
cuenta de que en medio de tantas ocupaciones y apresuramientos, estamos
por celebrar un hecho muy especial: “La venida del Señor: el nacimiento
de un salvador de toda la humanidad”. Pero este acontecimiento, hay que
significarlo para que no pase inadvertido y nuestros deseos de
felicidad realmente sean desde el corazón.
La
verdadera alegría de la Navidad no pasa por los excesivos preparativos
externos que sin duda son importantes y necesarios, sino que depende de
la preparación que cada uno haga en el corazón. Para la Virgen María la
felicidad era producto de la elección que Dios hizo para con ella: ser
la Madre del Salvador. “llena de gracia, el Señor está contigo”. Es el
mensaje de alegría que recibe la Virgen María para la plenitud de la
felicidad suya y de todo el mundo.
Vivimos
necesitados de un Salvador como en el tiempo de Jerusalén, donde la
vida social, política, económica y religiosa exigía una transformación.
El pueblo necesitaba de un Salvador que los liberara hacia la justicia,
la paz y el amor verdadero. Y el Señor elige, para ser la madre del
Salvador, a una mujer sencilla, entre tantos marginados del pueblo,
quien vivía profundamente la confianza en la Divina Providencia.
Elige
a una virgen para que sea la madre, lejos de nuestras lógicas humanas,
demostrando que no hay nada imposible para Dios. A menudo miramos la
vida con nuestra lógica humana, que cada vez más va cerrando puertas a
la gracia Divina. Los momentos de oración en este tiempo de adviento nos
ayudan a fortalecer la confianza plena en un Dios que todo lo puede.
Creo que la verdadera causa de nuestra alegría navideña tiene que ser la
esperanza plena en un Dios que interviene en la historia humana. Un
Dios que transforma tantas situaciones de injusticias, opresiones, falta
de paz y alegría en el corazón.
Ojalá
que podamos llenarnos de esta esperanza que tuvo el pueblo de Israel,
que nunca se dejó vencer por el desánimo, sino que confió plenamente en
la promesa del Dios que envía un Salvador. La alegría de Navidad implica
que seamos capaces de mirar más las promesas de Dios que nuestras
propias miserias y carencias que siempre abundan. Tener la certeza de
que Dios apuesta a los humildes y sencillos para cumplir su promesa de
Salvación. Así como escogió a la Virgen María, seremos elegidos cada uno
de nosotros, en el momento justo, para cumplir la misión de Dios.
Así
como la Virgen María fue saludada por el Ángel: “Alégrate, llena de
gracia, el Señor está contigo”, somos felices en esta Navidad porque
Dios está con nosotros. Dios se hace presente en medio de nuestras
miserias porque quiere transformar nuestro corazón con su gracia
divina.
Que esta Navidad nos
llene de esperanza en un Dios que viene a llenarnos con su amor, su paz y
su alegría.
¡Feliz Navidad!
P Juan Rajimon
Misioneros del Verbo Divino
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