22 de mayo de 2012

Ven Espíritu Santificador y transforma mi vida

Con un corazón dispuesto y abierto a sus inspiraciones, los invito a prepararnos para celebrar el próximo domingo la fiesta de Pentecostés, que nos recuerda la venida del Espíritu Santo, el que anima y acompaña la vida de los cristianos. El Espíritu Santo es un don y una gracia que el mismo Jesús nos prometió y nos regala. 

La venida del Espíritu Santo en el día de Pentecostés no fue un hecho aislado en la vida de la Iglesia. El Paráclito la santifica continuamente: también santifica a cada uno de nosotros permanentemente, a través de innumerables inspiraciones y luces que recibimos en nuestro interior. Por eso, más que nunca hemos de pedir la gracia del Espíritu Santo para que nos regale sabiduría y un buen discernimiento en la vida. 

El Espíritu Santo es el motor de nuestro amor. Somos capaces de amar como Dios, porque el Espíritu Santo, que es el amor del mismo Dios, ha sido derramado en nuestros corazones. Por eso hemos de pedir cada vez más por el don del Espíritu Santo para que podamos amar como Jesús nos amó, con hechos concretos de la vida, en las obras buenas de cada día, en el servicio y la caridad. 

El Espíritu Santo nos mueve a la oración, a la lectura de la Biblia, a la contemplación de las verdades de la fe. Él actúa aun sin nuestro conocimiento, fortaleciéndonos interiormente en los momentos adversos de la vida. Él nos impulsa hacia la Eucaristía y los sacramentos, nos invita a levantar el corazón a Dios y a confiar plenamente en la Divina providencia para emprender las buenas obras en favor de nuestros hermanos. En esta fiesta de Pentecostés pidamos los dones del Espíritu Santo que tanto necesitamos, no sólo como Iglesia sino también como patria, que pronto celebrará su fiesta de libertad. Estos dones  harán de cada uno de nosotros verdaderos testigos de Cristo porque:

- El don de la sabiduría nos ayuda a ver todas las cosas a través de Dios. Es la capacidad especial para juzgar las cosas humanas según la medida de Dios, a la luz de Dios. 

- El don del entendimiento nos da la capacidad de comprender los misterios divinos en la vida. Nos ayuda a comprender los signos de Dios en nuestra historia humana. 

- El don de la ciencia nos enseña a encontrar el verdadero valor de las cosas que Dios nos ha regalado y a juzgar rectamente frente al uso de estos bienes materiales que Dios nos ha dado para compartir. 


- El don del consejo nos ilumina la conciencia en las opciones que la vida diaria nos impone, sugiriéndonos en nuestro interior lo que es lícito, lo que corresponde, lo que conviene más al alma.

- El don de la piedad sana nuestro corazón de todo tipo de dureza y lo abre al amor y la ternura para con Dios como Padre y para con los hermanos como hijos del mismo Padre. Es el gran sentimiento de fraternidad que nos une en la fe. 

- El don de la fortaleza es la fuerza sobrenatural que nos sostiene para obrar valientemente lo que Dios quiere de nosotros y sobrellevar las adversidades y desilusiones de la vida. 

- El don del temor de Dios que lejos del miedo, nos invita a un respeto reverencial a Dios y a las cosas divinas, para hacer que nuestra vida sea una ofrenda agradable a Dios Padre. 

Ojalá que en este Pentecostés estemos abiertos a los dones del Espíritu Santo para que al recibirlos seamos capaces de dar abundantes frutos y ser personas llenas de su gracia para irradiarla en los lugares que a diario compartimos. 


P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino

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