12 de junio de 2012

Paternidad... un gran desafío


En estos tiempos en que nuestras familias viven inmersas en una gran crisis, es bueno reflexionar sobre este don de la paternidad que es tan preciado y que viene del mismo Dios. En primer lugar, en esta sociedad moderna, donde mamá y papá trabajan y, en muchos casos, donde el padre está ausente en las familias, creo que es fundamental recuperar la figura paterna como imagen de autoridad y cabeza visible de cada hogar. Cuando estas situaciones ocurren, muchas veces los hijos sufren tantas carencias que son difíciles de recuperar. 

El gran desafío de la paternidad sigue siendo hoy la desvinculación del hogar como lugar de afecto, amor y contención. A menudo esta contención se vive más fuera del hogar que dentro y muchas veces lleva a la desintegración de la misma. No hay duda que en esta contención afectiva, efectiva y espiritual, el padre de familia juega un papel primordial. La creciente fractura entre paternidad y maternidad es uno de los mayores flagelos de la familia actual. En otras palabras, para todo hijo/a es un gran dolor enfrentarse con una paternidad y una maternidad ignotas, disociadas o confrontadas, en permanente conflicto. 

Los niños crecen y aprenden lo que viven, lo que ven, lo que se les dice, y eso es lo que ellos demostrarán a los demás. Si el niño se siente amado, aunque no siempre los padres estén a su lado, seguramente será reflejo de ese amor y tendrá una sana convivencia en la sociedad. Todos sabemos que, en este sentido, la familia es la primera escuela de grandes aprendizajes para la vida y el afecto paterno es esencial para el crecimiento integral de los hijos. 

Seguramente cada papá quiere un hijo triunfador, exitoso y, por encima de todo, feliz. Creo que en este afán de acompañarlos en la alegría y la felicidad de los hijos uno de los aspectos fundamentales es el de los límites, que tanta falta hace a los niños y jóvenes en su proceso de crecimiento. En la medida que cada papá sea capaz de formarlo en el auto control y en una disciplina adecuada, de tal forma que el niño  pueda elegir los comportamientos aceptables, éste se convertirá en un adulto responsable.

Qué bueno reconocer la gran responsabilidad que tiene el sano ejercicio de la paternidad que implica educar con el ejemplo de vida, porque cada hijo aprende de lo que vivió en su propio hogar y cada papá es el constructor de la personalidad  y vida de sus hijos. En este sentido ojalá que cada “padre” se comprometa a construir una sociedad donde se ejerza una paternidad responsable, clara y visible. Que cada padre de familia esté presente en la vida del hogar dando ejemplos concretos, amando y dejándose amar, para ser una imagen de entrega generosa con la que sus hijos puedan identificarse. Todo esto nos compromete a que realmente rescatemos el gran valor de “ser padre” sabiendo que esto nos es una utopía, sino que es posible una verdadera paternidad. Depende de cada uno, pero sin olvidar de elevar nuestras oraciones para pedir al Altísimo las gracias necesarias para ser perseverantes en este compromiso. 

A quienes han asumido esta hermosa misión de ser padres ¡felicidades! y ¡bendiciones!
El próximo domingo estamos por celebrar el Día del Padre, oportunidad que nos invita a reflexionar sobre el don de la paternidad en nuestra sociedad. La paternidad humana es un fiel reflejo de la paternidad divina, que Dios ha confiado a cada papá en la crianza de los hijos. En este sentido, cada padre de familia está llamado a ejercer la vocación con amor y entrega. 


P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino

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