21 de agosto de 2012

Educar en la fe

El 21 de agosto celebramos el Día del Catequista, que nos recuerda de la importancia de educar a nuestros niños y jóvenes en la fe. Aunque sabemos que los primeros y principales catequistas y educadores siguen siendo los mismos padres. Y los tiempos en que vivimos nos recuerdan, más que nunca, la importancia de recuperar esta vocación de transmitir la fe.

La experiencia de Dios es lo que siempre nos llena y marca el rumbo de la vida, en una sociedad cargada de problemas y dificultades. La familia es la primera comunidad de amor, donde se vive profundamente el misterio de la entrega generosa, del amor sincero y el perdón. Es tarea de cada padre y madre de familia ser catequistas de los hijos, compartiendo un hogar centrado en la fe en Dios. 

Como nos dice el papa Benedicto XVI: “La familia cristiana tiene, hoy más que nunca, una misión ineludible, como es transmitir la fe, que implica la entrega a Jesucristo, muerto y resucitado, y la inserción en la comunidad eclesial”. En esta misión de ser catequistas los padres tienen la ineludible tarea de fortalecer la fe, inculcando una vida de oración y promoviendo una vida acorde a los valores del Evangelio. 

El catecismo de la Iglesia nos recuerda que la tarea del catequista es muy noble y tiene la función de ayudar a conocer, celebrar, vivir y contemplar el misterio de Cristo (no 85). En primer lugar el recordatorio de este día nos invita a reconocer la importancia de colocar a Dios por encima de todas las cosas y situaciones. Esta es la clave para el anuncio, transmitir la experiencia de Dios y la fe en la persona de Cristo que cada uno experimenta en su vida personal. Es que solamente se puede dar y compartir lo que se tiene. Y para compartir la fe hay que vivirla plenamente. 

Nos ayudan a profundizar esta vivencia: los momentos de oración en familia, la lectura y meditación de la palabra, la participación de la familia en la eucaristía, el abandonarnos en manos de Dios en los momentos difíciles como enfermedades, fracasos, conflictos; la actitud de agradecimiento al Altísimo en nuestros gozos, éxitos y avances. Todas estas vivencias familiares  son las claves para profundizar nuestra fe. 

A esta misión se suman los voluntarios que ayudan a formar nuestros niños y jóvenes, son  sus catequistas, una gran misión que les da la paternidad espiritual. La primera misión de cada catequista es creer profundamente en la persona de Cristo para poder anunciar el contenido del misterio de la fe. Gracias a este servicio desinteresado de tantas personas, nuestros niños aprenden a participar consciente y activamente en la liturgia, y crecen en las actitudes internas que les ayudan a vivir los sacramentos en su verdadera dimensión. 

Ojala que la celebración del Día del Catequista nos ayude a tomar consciencia de la importancia de anunciar la fe en Cristo y a alentar a todos a vivir según los valores del Evangelio, imitando al gran Maestro, para vivir el mandamiento nuevo; amor a los padres y hermanos, perdón de amigos y enemigos, solidaridad con el necesitado, agradecimiento de los dones recibidos, amor y respeto a la vida y a la paz. Todo esto nos ayuda a descubrir las responsabilidades y compromisos en la comunidad, así como profesar públicamente la fe y dar testimonio de ella.

A todos los catequistas felicidades y que Dios bendiga esta tarea tan noble: la de seguir transmitiendo la fe en Cristo. 
 


P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino

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