18 de septiembre de 2012

Los límites son necesarios

Estamos muy próximos a iniciar la primavera y entorno a ella,  celebraremos el día del estudiante. Creo es una buena oportunidad para reflexionar sobre la formación de nuestros niños y jóvenes. Así como toda plantita necesita una buena poda para que pueda crecer bien y dar buenos frutos, son también esenciales “los límites”, en el crecimiento de los niños y jóvenes, para que se formen para la vida con una personalidad firme.

Todos hablan de la necesidad de poner límites a los adolescentes, pero nadie quiere asumir este rol: la tarea siempre le corresponde al otro. Los profesores dicen de sus alumnos: “Sí en la casa no les ponen límites, ¿Qué podemos hacer nosotros?” Los padres responden: “La escuela está en crisis, nuestro hijo se “desata” allí. La culpa no es nuestra”-  Jaime Barylko denomina a nuestra época como “el siglo de la permisividad, un tiempo en el cual los padres que habían experimentado exceso de autoridad, creyeron que lo mejor que podía pasarles a sus hijos era la permisividad”. 

En la vida del estudiante los límites ayudan a formar la conducta y la personalidad. Es la manera en que los niños y jóvenes van adquiriendo los hábitos sanos de comportamiento para la vida. Los límites siempre protegen, guían, orientan y ayudan a realizar sus elecciones con responsabilidad. Una de las claves para que haya límite es que tanto los padres en el hogar como los docentes en las escuelas, tengan la autoridad suficiente para marcar los límites a los niños y jóvenes, para que cumplan con las normas de la familia y la sociedad. 

En una sociedad, donde la familia ha perdido la autoridad por la misma situación de crisis que enfrenta creo que es necesario  más que nunca acordar con los niños las normas y los límites que marquen nuestra conducta y nuestra vida cotidiana. El tema de poner los límites se ha vuelto algo bastante desagradable por la connotación negativa que se le atribuye. En el fondo los límites no prohíben ni quita, sino que simplemente forma a las personas. 

Los límites son educativos, porque hace que el niño y el joven vaya alcanzando su madurez, acorde a la edad cronológica. Ayuda a la persona a desarrollar la aceptación de la ley y el respeto a la autoridad legítima. Y por encima de todo ayuda a superar la consigna del mundo de consumo que “quiere todo y ya”. Aceptar los límites ayuda a encontrar la satisfacción más plena de la persona. 

Los límites permiten aceptar los “no” de la vida y asumir la realidad sin resentimientos. Por ello la educación tiene que llevar a la persona a comprender y aceptar que no todo saldrá siempre según su deseo, que no siempre logrará lo que se propone. Nos prepara para la tolerancia a la frustración y lleva a la madurez de la personalidad. 

Muchos adultos confunden que poner “límites” tiene que ver con enojarse y los niños, adolescentes y jóvenes suelen pensar que es la falta de amor hacia su persona. Poner límites no significa enojarse, ni ejercer violencia o agresividad, sino que implica ser firmes frente a las cosas que no se deben hacer, y la firmeza tiene que ver con la seguridad interna, con la autoestima. Es orientar hacia la educación de un orden y enseñar a priorizar las cosas en la vida. Es formar a los niños y jóvenes con amor, con firmeza para su bien. 

Esta es la tarea que hemos de asumir como sociedad: la familia y la escuela en primer lugar para que nuestros niños y jóvenes aprendan a tomar decisiones en su vida en el momento correcto y de manera responsable. 

Que en estos días en que la alegría invade todo nuestro entorno, porque la primavera es algarabía, ojalá no se confunda con “libertinaje” y sea un momento especial para reflexionar sobre la importancia de la formación integral de nuestros niños y jóvenes. 


P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino

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