El próximo domingo vamos a celebrar el Día de la Madre.
Momento oportuno para reflexionar sobre el don de la maternidad en medio
de una sociedad que cada vez tiene más necesidad de valorar y
fortalecer esta misión tan hermosa de amor y entrega generosa. A todas
las mamás queremos presentar a la Madre María como ejemplo de mujer,
especialmente en ambientes difíciles en cuanto al acompañamiento de sus
hijos.
La maternidad es un don de Dios. Y esto
no puede limitarse a recordarlo nada más que una vez al año, sino que
merece agradecer a Dios todos los días de nuestra vida por este hermoso
regalo. Es una misión que va más allá de una simple tarea biológica,
sino que la madre tiene este servicio de formar a tantos hijos en la fe y
en la buena educación para que sean constructores activos de nuestra
sociedad. Agradecer a Dios por el don de la maternidad también implica
ser una familia, padre/madre o hijo/a agradecidos por el don de la vida y
demostrarla en el afecto y aprecio compartido cada día en el hogar.
El
nombre de la madre es sinónimo de amor transformado, sacrificio y
entrega generosa. Cada vez que llega este día, recuerdo con gran
admiración a mi madre que hoy descansa en paz, tantos esfuerzos y
sacrificios para criar a cada uno de sus hijos. Es por eso que creo que
cada mamá tiene un sin fin de historias de sacrificio y lucha en este
camino de acompañar a sus hijos. Ojalá que el homenaje de este día sea
para realzar a cada una de ellas, incluso a quienes cumplen la doble
función de ser papá y mamá, haciendo de sus hogares un pequeño santuario
a la vida, escuelas de fe y verdaderos reductos de amor en medio de una
sociedad conflictiva que presenta aspectos adversos al plan de Dios,
sobre el matrimonio y la familia.
El Día de la
Madre es un día dedicado a toda la familia. Es un homenaje a la plenitud
del amor vivido y compartido en cada hogar. Nos invita a enaltecer el
valor de una familia que forma y educa a sus hijos en un ambiente de
familia cristiana. Cada mamá que dice “sí” a la vida y a la familia está
siendo partícipe de la creación de Dios. Reconoce al autor de la vida y
se hace partícipe de la plena realización del ser humano en su dignidad
y grandeza. Ojalá que como sociedad podamos sostener aquellos valores
morales que respetan el auténtico sentido de la familia, que ayudan a
mejorar las condiciones de vida en los hogares.
En
este día pedimos la bendición del Altísimo para todas las madres que de
manera valiente han acogido la misión de albergar en ellas la vida de
un nuevo ser, aunque a veces las circunstancias para ello no han sido
fáciles. Agradecemos a Dios por la confianza plena en el autor de la
vida y que nos enseña el valor de la esperanza en Él. Felicitamos a
todas las mamás que han sabido recibir la vida, darla a luz, sostenerla y
educarla con amor.
No podemos dejar de
experimentar el gozo de sentir también cerca de nosotros la ternura del
corazón lleno de pureza y bondad de la Madre de Cristo, que él mismo nos
entregó como verdadera madre al pie de la cruz (cf. Jn 19, 26-27). Que
la madre María fortalezca a todas las mamás en tantas situaciones
adversas que les toca vivir.
Y como sociedad
ojalá que en este día podamos comprometernos a trabajar en la defensa de
la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural y a favor de
la familia, apoyando y promoviendo proyectos de promoción de la mujer,
de entusiasmo en el apostolado por la santificación de los hogares y por
el testimonio del Evangelio.
Que Dios bendiga a
todas las madres del mundo y que brille la luz que no tiene fin, para
quienes ya han partido al encuentro con el Señor.
P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino
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