9 de octubre de 2012

El rol de la mujer en la sociedad actual

Como sociedad misionera hemos vivido el XXVI Encuentro Nacional de las Mujeres, oportunidad que nos invita a reflexionar sobre el rol de la mujer en la sociedad actual. Mucho se ha dicho sobre este tema. Hay quienes interpretan los nuevos roles de la mujer en la sociedad actual como un retroceso debido a las variaciones que estos producen en las relaciones familiares y como afectan estas modificaciones a los hijos. Por otra parte, hay quienes lo ven como una evolución en la vida y desarrollo personal de las mujeres. Sin pretender detenerme en lo acertado o no de las opiniones, lo que les propongo es intentar una mirada que vaya más allá de las polarizaciones cotidianas, propongo que el esfuerzo no lo pongamos en determinar quien tiene razón sino en lograr una sociedad más solidaria con lo que tenemos. 

Y propongo una sociedad más solidaria en el sentido de dejar de ver las diferencias como una superioridad o inferioridad de condiciones sobre el otro para permitirnos apreciar la riqueza de la diversidad, para poder entender el punto de vista diferente de un “otro” legítimo que nos enriquece.

Desde hace miles de años se imponen modelos sociales de dominación, donde controla quien tiene más poder y esta lucha por el poder y el control y la percepción de tales como limitados, provoca la competencia y el afán de imponernos unos sobre otros, del “sálvese quien pueda”, del querer tener razón a cualquier precio y por cualquier medio, así sea la violencia.

Es así que más allá de quien tiene la razón quiero detenerme en la naturaleza humana creación de Dios. Si bien la competencia, el odio, la confrontación, la imposición de unos sobre otros conviven en nuestra cotidianidad, no son inherentes a la creación de Dios y como cristianos debemos tenerlo presente para que no se nos haga carne por el solo hecho de estar presentes en la rutina. Estas emociones aparecen cuando elegimos paradigmas sociales competitivos que solo arrojan como consecuencia una sociedad dividida y herida. El gran desafío es poder transitar hacia un modelo colaborativo y solidario, tengamos presente la interdependencia que nos une, nos necesitamos unos a otros, pasemos de la competencia a la cooperación, del afán de dominación a la armonía, esto podremos lograrlo con amor, teniendo a Dios como eje de nuestras vidas.

Por ello más allá de hombre-mujer; derecha-izquierda, patriarcado-matriarcado, capitalismo-comunismo, enfoquémonos en vivir la complementariedad desde el amor y respeto mutuos, que nuestro objetivo sea formar comunidad y para ello debemos comenzar formando familias, donde esta vocación se plenifica en el amor. Esta vivencia del respeto e igualdad se va transmitiendo desde la familia hacia la sociedad y desde allí transmitir cultura y valores.

Más de una vez en la Biblia vemos el protagonismo de la mujer, que estuvieron cerca de Jesús, quien libre de todo condicionamiento, tenía discípulas mujeres que lo seguían y compartían con él el anuncio del Reino (Lc. 8-13). Que la comunidad de fe que estuvo cerca de Jesús, sea un gran ejemplo para nosotros. 

Y es aquí donde retomo el importantísimo rol de la mujer con el protagonismo que le requieren los procesos educativos, formativos, familiares, personales e íntimos; la mujer une, enlaza, enseña a abrazar y a amar, que nada les quite este lugar maravilloso donde muchas veces predomina el sentir al pensar gracias a esa intuición femenina, que todas puedan valorar y agradecer a Dios la gran responsabilidad de ser mujer y ejercerla con libertad y alegría, teniendo a Dios como ejes de sus vidas.



P. Juan Rajimon
Misionero del Verbo Divino

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